Sin el pulgar, la mano humana retrocede 60 millones de años en la historia, desde el punto de vista evolutivo. A muy baja temperatura, el riego sanguíneo que llega a un dedo se reduce al 1%. La prensión de fuerza alcanza su punto óptimo entre los 25 y 39 años de edad, y luego declina Los huesos de los dedos son curvos hacia la palma y rectos en el exterior.
Y tiene todos los deditos!” Esa extraña fijación del nuevo padre va más allá de la cursilería postparto. Además de reflejar la posibilidad real de que un bebé nazca con más o menos de diez dedos, demuestra una conciencia profunda acerca de la importancia de esos dos instrumentos con los que su hijo va a detectar, conocer y transformar el mundo. Si su desarrollo ha sido normal, llegarán con el equipamiento básico: 35 músculos encargados de ponerlas en marcha (17 en la palma y 18 en el antebrazo), 29 huesos, unos 30 vasos sanguíneos principales, 48 nervios y 123 ligamentos.
En cuanto a la “carrocería”, las uñas habrán surgido en la décima semana de gestación, al igual que las huellas dactilares. Aunque esas pequeñas rugosidades en las yemas de los dedos sirvan en primera línea para potenciar la sujeción de objetos, desde que se descubrió que forman un dibujo único en cada ser humano (también en los gemelos), la Ley los considera un documento de identidad congénito. Algo parecido ocurre con las líneas de la palma, dibujadas cuando el feto tiene doce semanas y que no están ahí para cifrar los secretos de nuestro futuro: su función es anclar la piel cuando cerramos los puños.

¿Cuál es tu modelo?
Todo esto, según la uniformidad a que se obligan los manuales de anatomía, porque en la realidad de carne y huesos, las peculiaridades de una mano considerada “normal” no tienen límite.
Un ejemplo apreciable a simple vista lo ofrece el grado de curvatura de los distintos dedos, que prácticamente nunca están completamente rectos. Y ya que estás mirando los tuyos, aprovecha para realizar un pequeño experimento que propone el cirujano Adrian Flatt, de la Clínica Universitaria Baylor, en Dallas (EEUU), en un artículo sobre la prensión: con la palma hacia arriba, junta las puntas del meñique y del pulgar, y empújalas hacia ti mientras les ofreces resistencia con la otra mano. Si, mientras, ves un tendón que sobresale bajo la piel en el centro de la cara interna de tu muñeca, no tienes por qué preocuparte. Si no, tampoco. Sencillamente, es probable que te encuentres entre el 20% de los humanos que carecen del músculo palmar largo. Esta pieza, que se encuentra en el antebrazo, forma parte del motor de la mano, y su contribución puede ser prescindible, como demuestra el hecho de que se utilice como repuesto en cirugía reconstructiva.

Motoristas y Planchadoras
Y es que, por mucho que el final de las mangas las haga aparecer como órganos independientes, la polifacética y matizadísima actividad de las manos se genera en combinación con el resto del cuerpo, muy especialmente con el antebrazo. Basta pensar que los principales movimientos de flexión y extensión de los dedos se realizan mediante la contracción de los músculos situados en el antebrazo.
Jordi Ribas, profesor de la Escuela de Medicina Deportiva de la Universidad de Barcelona, ilustra este hecho con un ejemplo de su campo: “Incluso en los deportistas que requieren una habilidad específica de la mano, sobre todo los motoristas y los pilotos de automovilismo, debido a la presión y la fuerza necesarias para controlar el manillar de la moto y el volante, los ejercicios de entrenamiento se dirigen básicamente a los músculos flexores y extensores del antebrazo”. Además de proporcionar fuerza, el entrenamiento ha de procurar una colocación correcta, ya que: “El impacto continuo que recibe el nervio mediano en los motoristas puede llevar al llamado síndrome del túnel carpiano, que también sufren las planchadoras profesionales”, añade Ribas, e insiste en que un antebrazo bien ejercitado “puede evitar lesiones por exceso de extensión de la mano en los gimnastas y lograr que el jugador de balonmano alcance la precisión necesaria en su juego, si bien en sus lanzamientos interviene todo el brazo, desde el hombro”. De hecho, si miramos hacia atrás en la historia, uno de los cambios anatómicos que permitió el gesto de lanzar algo por encima de la cabeza tuvo lugar en la pelvis de los australopitecos hace 3 millones de años. La nueva estructura propiciada por la posición erecta les permitió lanzar piedras como si fueran pelotas de béisbol, mientras que un chimpancé únicamente es capaz de arrojarlas desde abajo, como recoge Frank R. Wilson en su completo tratado La mano.

Pilar Gil Villar