Debemos a Pääbo la secuencia genética de nuestros parientes extintos más cercanos, una tarea «aparentemente imposible de descifrar», según el comité del premio
El trabajo del genetista sueco Svante Pääbo llega al corazón de algunas de las cuestiones más fundamentales: de dónde venimos y qué nos permitió a nosotros, los Homo sapiens, tener éxito mientras nuestros otros parientes del genero homo se extinguían. En la década de los 90, la investigación para descifrar el código genético humano avanzaba a buen ritmo. Pero eso dependía de disponer de muestras frescas de ADN de nuestros ancestros.
El profesor Pääbo es considerado uno de los fundadores de la disciplina científica de la paleogenómica. A Pääbo le interesa el material genético antiguo, degradado y contaminado de nuestros antepasados. Muchos pensaron que era un reto imposible. Pero él pudo, por primera vez, secuenciar el ADN de un trozo de hueso de 40.000 años.
Los resultados demostraron que los neandertales, que vivieron principalmente en Europa y Asia occidental, eran una especie perteneciente a una rama distinta de los humanos actuales y de los chimpancés. El trabajo de Pääbo se centró en los homininos, el grupo de humanos modernos que nos incluye a nosotros, Homo sapiens, pero también a nuestros parientes extintos más cercanos.
Según el comité del Nobel, «al revelar las diferencias genéticas que distinguen a todos los humanos vivos de los homínidos extintos, sus descubrimientos sientan las bases para explorar lo que nos hace singularmente humanos». Otras comparaciones posteriores entre el ADN de los neandertales y el de los humanos de todo el mundo mostraron que su ADN era más parecido al de los humanos procedentes de Europa o Asia.
Esto nos dice que los Homo sapiens tuvieron relaciones sexuales e hijos con los neandertales tras emigrar de África hace unos 70.000 años. Todavía hoy se puede ver el legado de ese intercambio. Entre el 1 y el 4% del ADN humano moderno procede de nuestros parientes neandertales y esto afecta incluso a la capacidad de nuestro cuerpo para responder a las infecciones.
La siguiente contribución trascendental al conocimiento de los orígenes humanos llegó en 2008. Los científicos habían encontrado un hueso de dedo de hace 40.000 años en la cueva de Denisova, en Siberia. El profesor Pääbo pudo secuenciar una muestra de ADN y los resultados mostraron que se trataba de un homínido desconocido hasta entonces, conocido como denisovano.
Además, el Homo sapiens también se cruzó con los denisovanos. En algunas partes del sudeste asiático, hasta el 6% del ADN de las personas es denisovano. Parte de esta herencia genética ayuda al cuerpo a hacer frente a los bajos niveles de oxígeno, ayuda a la supervivencia a grandes altitudes y se encuentra en los actuales tibetanos.
El profesor Pääbo se enteró de la noticia esta mañana cuando le llamó Thomas Perlmann, secretario del Comité Nobel de Fisiología y Medicina. Sigue los pasos de su padre, Sune Bergstrom, que ganó el mismo premio Nobel en 1982.