Florence Lawrence, una actriz canadiense, desarrolló los intermitentes, pero el sector del automóvil se aprovechó de su genialidad porque no patentó la idea.
Los intermitentes son uno de los elementos de seguridad más antiguos del automóvil. Una actriz, Florence Lawrence (1886-1938), fue la que diseñó este artilugio que ha salvado millones de vidas gracias al movimiento de un solo dedo.
Lawrence, que nació el mismo año que Carl Benz presentó una patente de un vehículo de tres ruedas con motor de combustión interna, rompió muchos moldes y no solo en el campo del automóvil. Gracias a ella se acabó el anonimato de los actores. Durante los primeros años del cine mudo, el nombre de los intérpretes no se conocía, no aparecían en los créditos como ocurre en la actualidad. Los productores temían que se hicieran demasiado famosos y reclamaran mayores sueldos.
Lo que pasó con Florence Lawrence, que trabajó en 270 películas, es que su popularidad llegó a tal extremo que los espectadores empezaron a preguntar quién era aquella actriz de pelo rubio. La presión llegó a ser tan alta que, tras varias vicisitudes profesionales, en 1910, se rodó la primera película en la que aparecía su nombre. Como era de esperar, su fama subió como la espuma y la forma de hacer cine cambió.
Una apasionada del motor
Pero esta canadiense, además de amar el mundo del espectáculo, era una entusiasta de los automóviles. Invirtió parte del dinero que obtuvo como actriz en adquirir coches de automóviles. Su preocupación por la seguridad a bordo fue el escalón siguiente.
Consciente del riesgo que suponía que los peatones y otros coches no supieran para qué lado iban a girar los vehículos, ideó un dispositivo que iba conectado al parachoques del coche. Cuando el conductor pulsaba un botón, se desplegaba un brazo indicando la dirección que iba a tomar el conductor. Nacían así los primeros intermitentes de la historia.
Primeras luces de freno
Florence Lawrence también fue la precursora de las luces de freno en los automóviles. Diseñó un cartel con la palabra STOP que se desplegaba cada vez que se pisaba el freno. La idea era buenísima. No tanto que no patentara ni esta ni la de los intermitentes. De ahí que la industria del motor, ávida y necesitada de nuevos desarrollos, se aprovechara de la genialidad de una mujer entusiasta de los coches. Un cuarto de siglo después, en 1939, Buick ofreció los primeros intermitentes con luz de la historia. Pero para entonces, Florence Lawrence, inventora, actriz y modelo, había muerto.
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