Las luciérnagas producen luz porque segregan dos componentes de nombre diabólico: la molécula luciferina y la enzima luciferasa. Cuando entran en contacto, se produce una reacción química que libera energía en forma de luz, en un fenómeno conocido como bioluminescencia.
Mathew Maye y Rebeka Alam, de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Siracusa (EEUU), han conseguido reproducir el método en laboratorio utilizando nanobastones cuya superficie cubren de luciferasa, para después añadirle luciferina. Ésta actúa como un combustible sobre la primera y la energía que liberan al interactuar es captada por el material semiconductor del nanobastón y lo hace brillar. Eso sí, además de en los tonos amarillos o verdosos de los pequeños insectos, sus imitadores artificiales lucen también en naranja o rojo, y en la zona del espectro luminoso cercana al infrarrojo.
El proceso ya se había conseguido en ocasiones anteriores, pero las medidas y estructuras de los nanobastones utilizados por Maye y Alam le confieren una eficiencia entre 20 y 30 veces mayor que la conocida hasta ahora.
Los nanobastones están fabricados con los mismos materiales semiconductores que se utilizan en los chips de ordenador, los paneles solares y también los LEDs. Por eso, si los investigadores consiguen que la reacción se mantenga durante más tiempo y el sistema pueda fabricarse industrialmente, algún día podríamos tener LEDs sin necesidad de alimentación eléctrica, basados en el ancestral método de la naturaleza para crear luz en estos glamurosos insectos.
Pilar Gil Villar
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