Dice un refrán español que «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno». Imagina la situación. Eres un turista que está visitando el parque de Yellowstone y de repente te encuentras un bebé bisonte deambulando solitario ¿qué haces? ¿intuyes que si está en el parque no debes tocarlo o lo metes en tu furgoneta? La segunda opción fue la que escogieron este par de turistas. Pensando que el animal estaba asustado, helado de frío y en peligro, llegaron a la conclusión de que debía ser rescatado en ese momento y, sin pensarlo dos veces, le subieron a su vehículo.
Una vez le aportaron los cuidados que creyeron necesarios para su óptima recuperación, los visitantes regresaron al lugar donde le habían recogido para devolver al bebé bisonte con su manada. Por desgracia, aquí fue donde comenzó el drama y el principio del fin para el pequeño bisonte. Cuando intentó integrarse nuevamente en su familia, el clan le rechazó frontalmente. Eso obligó a los responsables del Servicio Nacional de Parques de Estados Unidos a tomar una decisión drástica y no exenta de polémica: sacrificarle. Y así fue como en menos de dos semanas la sangre volvió a correr en Yellowstone.
Esta dramática situación ha obligado a la agencia federal a recordar que no solo es peligroso, sino que está completamente prohibido acercarse o alimentar a los animales del parque. Por su parte, los conservadores trataban de acallar las críticas a su decisión recordando en un comunicado que ”la interferencia con personas puede causar que las madres rechacen después a su prole. Dado que este fue el caso, los funcionarios del parque trataron de reunir a la cría con su manada de todas las maneras posibles. Fracasaron. Por ello, la cría fue finalmente sacrificada, ya que fue abandonada y se vio obligada a deambular por el parque causando graves situaciones de riesgo, ya que se acercaba a los visitantes y cruzaba continuamente la carretera».
Así que ya sabes, ante la duda: por favor, ¡no hagas nada por la vida salvaje!