Padres del mundo: podéis suspirar de alivio. La culpa de que tu hijo se convierta en un villano cuando se sube a la trona para comer no es culpa tuya. Al menos eso dice la ciencia.

Según una nueva investigación realizada por investigadores de la Universidad College de Londres, este mal comportamiento en la mesa se debe a la genética y no a una mala educación.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos estudiaron a 2.000 familias con gemelos, con el fin de poder aislar los factores genéticos y ambientales detrás de este comportamiento a la hora de la comida. Fue así cómo descubrieron que la irritabilidad hacia ciertos alimentos está relacionada con la genética y el entorno. Cuando el niño se negaba a probar nuevos alimentos (un rasgo conocido como neofobia alimentaria), solo el 22% se debía al medio ambiente. El resto era genética, cuestión que sugiere que los padres se ven obligados a luchar contra la estructura genética de sus hijos cuando este no acepta meterse el alimento en la boca. Eso sí, los científicos aseguraron que esto no significa que el comportamiento no se pueda cambiar… con mucha paciencia.

Fuente. telegraph.co.uk

Redacción QUO