Al psiquiatra estadounidense Allen Frances le gusta mencionar la anécdota que vivió en una fiesta. Cada vez que pasaba el camarero con la bandeja, picaba una gamba aquí, una costillita allá, cualquier cosa… casi compulsivamente. Mientras lo explica, cae en la cuenta de que a veces se le olvidan los nombres y las caras, se preocupa en exceso por las cosas y que es bastante hiperactivo y despistado. En un momento, su mente podría amontonar cuatro trastornos, según los criterios del nuevo manual DSM. Y la lista continuaría si añadiera la pena por la muerte de su esposa o… ¡quién sabe cuántas anécdotas! El título de su último libro, Somos todos enfermos mentales, lo dice todo.
El psiquiatra Oliver Sacks decía que no deberíamos estigmatizar a la gente corriente, como él, que de vez en cuando delira, sufre alucinaciones, confunde objetos por personas… ¡Y no, no están locos! “Las alucinaciones son parte esencial de la condición humana, pero rara vez hablamos de ellas, no vaya a ser que las juzguen como un indicio de enfermedad.”
En su libro Alucinaciones, cita varios ejemplos de estas locuras cotidianas. Las alucinaciones auditivas son las más frecuentes: oír que alguien pronuncia nuestro propio nombre, ya sea una voz conocida o una voz anónima. La gente oye esas voces, pero no son amenazadoras, burlonas o instigadoras, como en caso de esquizofrenia o psicosis.
La privación total de luz a un individuo sano es suficiente para originar en pocas horas alucinaciones
Según Sacks, cualquier pasión o amenaza que nos consume puede conducir a alucinaciones. “El dolor por la muerte del cónyuge provoca un agujero que hay que llenar de algún modo. Durante el duelo, las personas creen sentir su presencia. Es un problema cognitivo, perceptivo y emocional.”
El neurocientífico David Eagleman, autor de Incógnito, asegura que cualquier aclaración está en los bastidores del cerebro. Esto significa que casi nada de lo que ocurre en nuestra vida mental está bajo nuestro control consciente. “Lo mejor es no invitar a la conciencia a casi ninguna fiesta. Cuando consigue colarse, generalmente es la última.” Estos hechos están permitiendo un modo inagotable y sorprendente de explorar el cerebro y de anticiparse a los trastornos. En ello se encuentra la neuróloga gallega Susana Martínez-Conde, quien está decidida a llegar hasta esos bastidores inescrutables. Lo hace desde el Laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto Barrow que dirige en Phoenix (Arizona). Desenmarañando tejidos, neuras y redes.
El cerebro se inventa la realidad
De momento, nos revela que nuestro cerebro es y será durante décadas el mayor misterio científico, y que la mente consciente con la que convivimos es solo la punta que asoma de un gran iceberg. Sus investigaciones aportan ya algunas pistas. Pero, antes de nada, nos invita a probar qué experimenta un preso sometido a privación sensorial en una cámara. “A solas, en una oscuridad completa, cortamos en dos semiesferas una pelota de pimpón y nos las colocamos sobre los ojos. Nos tapamos los oídos con cascos. Y dejamos pasar unas horas. ¿Acabamos delirando o no?”
La neuróloga da una explicación: “El cerebro humano, a pesar de su complejidad, capta solo una parte insignificante de la realidad. El resto es ilusión, argucias del cerebro para rellenar la falta de información y buscar el significado de las cosas. Simula la realidad”.
En una de sus entrevistas para la televisión, Robert Kurzaban, profesor de Psicología de la Universidad de Pensilvania, hablaba de un hombrecito que dirige el cotarro. “En el cerebro suceden todo tipo de cosas, pero no eres consciente de casi nada de lo que ocurre dentro. La consciencia es la que menos pinta en ese asunto”.
Kurzaban pone como ejemplo las ilusiones ópticas. Además de ser divertidas, nos enseñan que el cerebro alberga ideas contradictorias acerca del mundo.
A veces son errores estratégicos, como el que nos permite anticiparnos a hechos traumáticos o a ver fantasmas donde no los hay. Según explica Martínez-Conde: “Ocurre gracias a nuestra memoria autobiográfica. Pero nuestro almacén de memorias está lleno de falsos recuerdos, porque el cerebro no recopila los datos con mucho acierto”.
En cuidados intensivos, casi el 80% de los pacientes sufren delirios y ven bichos
¿Justificaría esto que un acontecimiento vital negativo, pongamos por caso el desamor, nos pueda perturbar hasta el punto de cometer un crimen? El psiquiatra catalán Diego J. Palao Vidal tiene una respuesta: “Sería muy especulativo considerar que una circunstancia dolorosa pueda influir en un acto de asesinato. De ningún modo lo justificaría, aunque un suceso estresante sí puede descompensar una enfermedad mental”.
De todos los fenómenos que suceden en nuestro cerebro, uno de los que más atención ocupa es la psicosis, un trastorno muy repetido en sucesos violentos. ¿Cómo saber si un brote es puntual o evolucionará a enfermedad?
En cuidados in-tensivos, por ejemplo, casi el 80% de los pacientes sufren psicosis. También cuando la función cerebral se resiente por una pulmonía, una deshidratación, drogas o malnutrición. En los médicos residentes, las guardias largas producen una variedad de alucinaciones de cualquier modalidad sensorial. Los niños en estado febril dicen que hay duendecillos escondidos bajo la cama. Las migrañas llevan a un campo visual lleno de complejas figuras geométricas. En el umbral del sueño son frecuentes las alucinaciones visuales, auditivas y táctiles. Y en personas mayores, una simple infección puede desencadenar delirio. Algunas personas son más proclives por un exceso de dopamina en el cerebro, pero cualquier individuo puede sufrir un brote psicótico en algún momento de su vida.
En los últimos años, la ciencia está invirtiendo cada vez más esfuerzos para determinar cuándo empieza a ser preocupante una desconexión con la realidad. Uno de los rasgos es que la enfermedad incapacita. Pero no es suficiente.
Un software para diagnosticar esquizofrenia
Algunos avances prometen un ajuste mayor. Un equipo de investigadores del Instituto de Biomedicina de la Universidad de León y procedentes de otros organismos ha desarrollado un modelo matemático de software que permitirá pronosticar la esquizofrenia en el primer brote psicótico. El indicador será la actividad enzimática, cuya información, aunque tampoco es definitiva, permitirá al menos aplicar un protocolo terapeútico.
En la Universidad Pública de Navarra, un equipo de investigadores ha ideado también un proyecto de inteligencia artificial para identificar las partes dañadas del cerebro en enfermos que sufren un primer brote psicótico: “Hemos visto que en estas personas la zona de los ganglios subcorticales presenta algunas distinciones volumétricas respecto a las personas sanas”.
Pero los acontecimientos traumáticos son la excepción. Lo demás son delirios transitorios que forman parte de nuestra vida cotidiana.
Merece la pena citar de nuevo a David Eagleman: “A causa de las inaccesibles fluctuaciones de nuestra sopa biológica y por motivos achacables a otros detalles del circuito neuronal, hay días que nos encontramos más irritables, graciosos, locuaces, serenos, energéticos o lúcidos”.
Por lo tanto, si tan desconcertante es el cerebro, ¿cómo esperar, entonces, sensatez en nuestras acciones?
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