Gracias a Alberto Márquez (@twalmar) y César Tomé (@EDocet), nos enteramos de dónde viene la popular expresión «no mezclar churras con merinas». Como bien sabéis, las churras y las merinas son dos tipos de Ovis orientalis aries, o para que todos nos entendamos: ovejas. Para comprender este dicho popular debemos remitirnos a la vida rural, que tan lejos queda para algunos, y a la ganadería ovina.

Las churras, tienen su máxima expansión en la Cuenca del Duero y es una de las especies más primitivas de la Península Ibérica. Son conocidas y apreciadas por su buena carne y leche, siendo esta última su principal producción. Uno de los platos tradicionales más reconocidos en la gastronomía española es el lechazo de churro asado (cordero lechal), elaborado con la carne de esta raza ovina originaria de Castilla y León.

Por su parte, las merinas son las ‘niñas mimadas’ de la granja y la raza ovina más extendida por el mundo. Tienen una lana de gran calidad: larga, densa, rizada y blanquecina -sin manchas-. En la actualidad la mayoría se distribuyen por EEUU, Sudáfrica, Argentina, Nueva Zelanda y, sobre todo, Australia, donde superan a la raza humana a razón de casi cien ovejas merinas australianas por un habitante.

Individualmente no resulta complicado distinguir a los dos tipos de ovejas, pero si las mezclamos todas en un rebaño, el estrés del pastor será comparable al de un padre en un cumpleaños infantil sin saber qué niño es el celíaco, ya que ahora separarlas no será tan fácil. Si no se identifican correctamente y se separan a tiempo, esto podría ocasionar que las dos razas se mezclarán entre sí y obtuviéramos como resultado peor lana, peor leche y peor carne, de ahí la expresión popular de ‘no mezclar churras con merinas».

Nos enteramos por:

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Este artículo lo podrás encontrar en la Quo de papel Nº198 en la sección #Quonectados.

Redacción QUO