Su nombre es de película. Su periplo, también. Lyubov Orlova fue una estrella del cine soviético en la década de 1930, famosa por sus cualidades artísticas, su voz.. y ahora por un buque que lleva su nombre y también se ha hecho famoso, aunque no lleve su rumbo. Este crucero, destinado a viajes turísticos por los mares árticos y antárticos, ya comenzó a experimentar problemas cuando en 2006 fue remolcado hasta Ushuaia por el buque español Las Palmas.
Aunque eso fue solo el empezóse del acabóse. En 2010 llevaba 5 meses atracado en Newfoundland por la gorra (no la del capitán) y el Gobierno canadiense decidió ponerlo en remate para pagar la deuda que tenía con el muelle y con sus 51 tripulantes. Así llegó a manos de Neptune International Shipping, que tenía intenciones de proceder a su desguace en la República Dominicana. Allí lo estaban llevando con un buque remolcador cuando apenas un día después de zarpar, el 28 de enero de 2013, el cable que unía el Orlova a su remolque se rompió y ya no se pudo recuperar. Desde esa fecha, el buque está a merced de las corrientes marinas, navegando sin tripulación, excepto un cargamento de ratas, mientras desafía a las olas, las leyes y el medio ambiente. Y nadie quiere ir a su rescate. Es entonces cuando empieza la verdadera historia de este buque fantasma. Y de su propietario ídem.
Rodolfo González Lebrero, presidente de la Asociación Española de Derecho Marítimo, nos explica muy claro por qué nadie se quiere hacer cargo del Lyubov Orlova: “El remolque de un buque, cuando este está en una situación de peligro, da lugar a una retribución; pero si nadie paga nada, a nadie le interesa. Lo que suele ocurrir en estos casos es que los armadores de naves en las condiciones de este son fantasmas ellos mismos, y desaparecen misteriosamente.”
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Así, Canadá se excusa para no actuar en que el barco tiene un propietario y, además, aduce que ya está en aguas internacionales. Similar argumento esgrimen las islas Cook, bajo cuya bandera navega el buque, mientras que el propietario…brilla, con luz fantasmagórica, por su ausencia. Y si nadie paga, nadie rescata.
¿Es esto lógico? ¿O hay un vacío oceánico legal? Owen Myers, abogado especialista en derecho marítimo, afirma desde Canadá que: “Quienes rescatan un barco en alta mar no lo hacen porque este se convierte en propiedad suya, sino porque la operación concluye con una compensación. Si esta no se hace efectiva, quienes se hayan tomado las molestias pueden quedarse con la nave hasta que el dueño pague. Pero en este caso, todos saben que el dueño no pagará y se da el extraño caso de que nadie quiere tocar el Lyubov porque, si lo haces, puedes convertirte en el dueño de facto de él… y tener que asumir las deudas”.
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Mientras esto ocurre, este barco al que nadie quiere tocar se encuentra en medio del océano Atlántico Norte, camino a Irlanda, a unos 1.700 kilómetros de sus costas. Puede que nunca llegue allí, puede que se desvíe a Noruega o a África… Nadie lo sabe. Pero ya es conocido que constituye un riesgo en varios aspectos. “El peligro es que un buque al garete”, señala González Lebrero, “puede convertirse en un obstáculo en la navegación, o bien puede golpear alguna instalación flotante o llegar a la costa por obra de las corrientes y los vientos. Es posible que las Autoridades marítimas y/o navales de estados como Irlanda estén adoptando medidas preventivas, primero de observación y luego de acción. Sin embargo, un estado que puede ser afectado habrá de tomar medidas defensivas; sin ánimo de lucro, pero con el fin de proteger los intereses nacionales”.
Otra amenaza representada por este crucero a la deriva es su contenido y cómo puede afectar a la ecología marina su hundimiento. Christine Bossard es directora de prensa de Robin des Bois, una organización ecologista francesa que desde 2006 realiza seguimientos en barcos que son llevados a desguace. Fueron los primeros en denunciar la situación del Orlova. Bossard le cuenta a Quo que: “Este buque constituye un peligro ambiental. Su contenido en combustible, en asbesto, plásticos, pinturas con metales pesados y otros materiales lo convierte en una amenaza para el medio ambiente si se hunde. De hecho, ya hubo un fuego en la nave y no se sabe de qué modo pudo afectar a la estructura”.
La organización que Bossard representa ha solicitado al Gobierno de Canadá que intervenga en el rescate, ya que es su responsabilidad. Aunque puede que esto no sea exactamente así. Sébastien Lootgieter es miembro de la Asociación Francesa de Derecho Marítimo. Según sus palabras: “Es el país de bandera del barco el que debe hacerse responsable en una situación como esta”. Y para complicar más las cosas, el Orlova tiene bandera de las islas Cook, un pequeño archipiélago del océano Pacífico al que le podría caer un regalo para nada deseado y por el que hasta tendría que pagar.
Las últimas noticias del navío no son muy alentadoras para Bossard; de hecho, una posibilidad es que se haya hundido. Recientemente, Wayne Jarvis, del Centro de Coordinación de Rescate de Halifax, en Canadá, señaló que una baliza (un dispositivo que llevan los barcos y señala su posición en caso de emergencia) se había activado en el Atlántico Norte. Y estaba a nombre del Lyubov Orlova. Las balizas se activan por un golpe o por entrar en contacto con agua, pero “esto puede ser”, según señala Jarvis, “porque la baliza se encontraba en un buque salvavidas que cayó al mar, porque recibió un golpe de algún elemento suelto en la nave o porque el buque se hundió. Todo es especulación por el momento. Por eso intentamos mantener un ojo en su posición, para que nadie choque con él y no arrastre nada en su navegación”.
Actualmente, tanto el Gobierno canadiense como el irlandés están utilizando satélites para seguir el rastro de un barco cuya estela está empapando a más de uno. Y probablemente termine hundiendo al dueño, a sí mismo o a otros buques en su deambular.