Will Wright, creador de juegos tan populares como Sim City o Los Sims y darwiniano por excelencia, tiene una fijación: crear vidas en los videojuegos que sean capaces de evolucionar e interactuar por sí mismas. Su último lanzamiento, Spore, es una vuelta de tuerca adicional a la creación de personajes. A partir de un microorganismo unicelular que vive en el fondo del mar, asistiremos a su evolución hasta ser capaz de conquistar el universo. Aunque el juego no recrea en detalle los principios científicos, sí se ha mantenido el clásico “jugar a ser dios”. Será necesario atravesar cinco etapas hasta que los organismos evolucionen y se conviertan en seres más complejos e inteligentes. Además, dependerá de las habilidades de cada jugador que su organismo mute de forma más o menos rápida. En sus manos está que estas nuevas criaturas se incorporen a los libros virtuales de biología como seres inteligentes o no.
Redacción QUO