Ha sido las lluvia de estrellas más festivalera de todo el año. Lloró San Lorenzo, como corresponde cuando la Tierra cruza la órbita del cometa Swift-Tuttle. Y, como cada mes de Agosto, la cita estelar más popularconvocó a millones de encendidos entusiastas de las maravillas del cielo, con ganas de dedicar una moche a mirar hacia arriba. La lluvia de estrellas tuvo ayer su máximo de actividad entre las 14:00 y las 16:30 horas, con una media de 100 meteoros por hora. Y fue desde el otro lado del Atlántico, allí en plena noche, cuando Twitter y Facebook comenzó a recibir impactos de millones de imágenes de partículas incandescentes, que merecen el título de estrellas fugaces, aunque no lo sean. En cada tuit o “me gusta” cabe un deseo, el que se enseña a los niños a pedir cuando un relámpago de luz efímero, como la vela de una tarta de cumpleaños, cruza el cielo como un alarde olímpico.
Es verdad que no son estrellas. El cometa Swift-Tuttle pasa cerca del Sol cada 130 años, la última vez fue en 1992, y cuando lo hizo, dejo el rastro de millones de partículas pequeñas, como granos de arroz, desprendidos de su cola. Cuando esas partículas entran en la atmósfera Terrestre, en las proximidades de la constelación de Perseo (de ahí lo de perséidas) la fricción las calienta y vaporizan a gran altura. Entonces brillan como estrellas antes de extinguirse.
Muchas de nuestras biografías cuentan con noches en las que salimos a esperar perseidas. En la mía, no olvido una en la que salí con niños a probar suerte. Fue una gran fiesta de luces tumbados en la arena de una playa de Gerona. Después de un espectáculo en el que los relámpagos se sucedían como en una pirotecnia de pueblo, todo se calmo y volvió la oscuridad. Uno de los niños, después de esperar un rato sin que nada volviera a cruzar el cielo, me miró y me dijo… “me pones otra”.
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Lorena Sánchez Romero