A medida que el mundo comienza su transición a gran escala hacia fuentes de energía que reducen las emisiones de carbono, es vital que se entiendan bien las ventajas y desventajas de cada una de ellas.
Uno de los primeros pasos para comprender el impacto ambiental de las tecnologías renovables es comprender cuánta área de tierra se requeriría para satisfacer las futuras demandas de energía. Incluso analizando las demandas actuales, los expertos no se han puesto de acuerdo en cuánto al área terrestre y a las densidades de potencia requeridas.
Ahora, en un artículo publicado en Environmental Research Letters, investigadores de la Universidad de Harvard han descubierto que la transición a la energía eólica o solar en los Estados Unidos requeriría de cinco a 20 veces más superficie de lo que se pensaba anteriormente y, de llevarse a cabo, las temperaturas medias subirían 0,24 grados centígrados.
“En cualquier medida ambiental comparativa, la energía eólica le gana al carbón, pero eso no significa que sus impactos sean insignificantes – David Keith, líder del estudio –. Debemos hacer una transición rápida de los combustibles fósiles para detener las emisiones de carbono. Al hacerlo, debemos elegir entre varios tecnologías de baja emisión de carbono y todas ellas tienen impactos sociales y ambientales. En el caso de la eólica descubrimos que la densidad de potencia promedio, es decir, la tasa de generación de energía dividida por el área de la planta eólica, era hasta 100 veces menor que las estimaciones de algunos expertos. La mayoría de estas estimaciones no tuvieron en cuenta la interacción turbina-atmósfera. Para una turbina eólica aislada, las interacciones no son importantes en absoluto, pero si se trata de grandes áreas, las interacciones tienen un impacto importante”.
Esta investigación sugiere que los parques eólicos no solo requerirán una superficie mayor para alcanzar los objetivos de energía renovable propuestos, sino que, a una escala tan grande, se convertirán en un protagonista en el sistema climático. “Los impactos climáticos directos de la energía eólica son instantáneos – concluye Keith –, mientras que los beneficios de las emisiones reducidas se acumulan lentamente. Es decir, si hablamos de los próximos 10 años, la energía eólica tiene, en algunos aspectos, más impacto climático que el carbón o el gas. Pero si hablamos de los próximos mil años, entonces la energía eólica tiene un impacto climático enormemente menor que el carbón o el gas”.