En 1781, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, el político Benjamin Franklin ya advertía sobre este problema: «Unos cuantos tallos de espárragos consumidos, darán a su nuestra orina un olor desagradable». Y vaya que si lo dan. De hecho, es un aroma tan característico que incluso son muchos quienes hablan de ella como «orina de espárrago».
Los científicos creen que la culpa la tienen dos compuestos químicos: el metanotiol y el S-metil tioéster. Según apunta la investigadora de la Universidad de Harvard, Sarah Coseo: «Cuando las enzimas en nuestro tracto digestivo descomponen el ácido asparagúsico que está naturalmente presente en el vegetal, estos compuestos volátiles se crean. Cuando son eliminado del cuerpo, se convierten en gases malolientes y flotan en la orina». Pero, ¿sabíais que no todo el mundo es capaz de olerlo?
Existen estudios que demuestran que hay personas que no logran detectarlo, incluso tampoco si se les presenta una muestra de pis de otra persona que ha comido espárragos. Uno de ellos fue dirigio por Coseo, quien descubrio que al menos un 40% de la población podría tener capado este sentido del olfato con respecto a los dos compuestos químicos: «Aunque la mayoría es capaz de producir este olor (en mayor o menor grado), parece que no todas las narices llegan a captarlo con la misma facilidad».
¿De qué depende que logremos oler o no ese hedor?
El equipo de Coseo preguntó a alrededor de 7.000 personas una sencilla pregunta: «Cuando comes espárragos, ¿notas un fuerte olor característico en tu orina?». Tras recibir la respuesta de todos ellos, lo compararon con el ADN de cada persona y lograron descubrir que esa «habilidad olfatoria» depende en la genética de cada persona: «Existen cientos de variantes en la secuencia del ADN a través de múltiples genes implicados en el sentido del olfato, los cuales están fuertemente asociados con la capacidad de detectar metabolitos de los espárragos en la orina», apunta Coseo.
¿Y tú, en qué equipo estás?
Fuente: The Conversation