De acuerdo con un nuevo estudio de la Universidad de Colorado Boulder, publicado en Nature Climate Change, cuando más mujeres participan en las decisiones grupales sobre gestión vinculada a la conservación, el grupo consigue logros más importantes.
El estudio, que involucró a 440 responsables de políticas forestales de tres países en desarrollo (Indonesio, Perú y Tanzania), arroja nueva luz sobre el papel que podrían desempeñar las cuotas de género en las organizaciones a la hora de reducir la deforestación mundial y las emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que se reducen las desigualdades locales.
«Cuando los responsables de políticas piensan qué hacer para aumentar la conservación en todo el mundo, las cuotas de género ni siquiera surgen como un instrumento de política viable” – señala Krister Andersson, líder del estudio, en un comunicado – . Sin embargo este estudio sugiere que deberían prestar atención a ello”.
Investigaciones previas habían demostrado que las mujeres tienden a tener una mayor afinidad con el medio ambiente, apoyan más las medidas de conservación y están más preocupadas que los hombres por los problemas de desigualdad. Pero debido a que las mujeres a menudo se encuentran en desventaja financiera o están insuficientemente representadas en los órganos de toma de decisiones, es posible que no tengan la oportunidad de poner esas preferencias en acción.
“Queríamos saber qué pasaría si se ofrecieran incentivos financieros para que los grupos conserven y nos aseguramos de que al menos la mitad de los miembros del grupo fueran mujeres”, añade Andersson.
Los miembros del equipo de Andersson viajaron a 31 aldeas cerca de bosques gestionados colectivamente en Indonesia, Perú y Tanzania. Allí organizaron un juego de simulación en el que los responsables de los bosques locales se dividieron en grupos de ocho y se les pidió que tomaran decisiones sobre cuántos árboles cosecharían de un bosque compartido.
La mitad de los grupos tenían cuotas de género que requerían que el 50% de los miembros fueran mujeres. La otra mitad no tenía cuotas.
En la primera etapa del juego, todos los participantes eligieron anónimamente cuántos árboles cortarían, sabiendo que recibirían un pequeño pago (5 fichas) por cada árbol. En la segunda etapa, se les dijo a los participantes que una organización externa les pagaría 160 fichas como grupo si no cortaban ningún árbol y el líder electo decidiría cómo distribuirlos.
“Descubrimos que los grupos con la cuota de género del 50% redujeron su tasa de cosecha mucho más cuando se introdujo el incentivo y también distribuyeron los pagos más equitativamente – concluye Andersson –. Parece que no es la cuota de género lo que marca la diferencia, sino la combinación con el incentivo a la conservación. Tal vez las mujeres tengan preferencias ambientales más fuertes, pero tener un asiento en la mesa y un pago por renunciar a los beneficios inmediatos de talar árboles les permite actuar».