La mayoría de los agujeros negros se forman a partir de los restos de una gran estrella que muere en una explosión de supernova. Si la masa total de la estrella es lo suficientemente grande, al menos tres veces la del Sol, la explosión hace que la estrella se derrumbe bajo la influencia de la gravedad y aquí comienza lo extraño: la masa de esta estrella genera un campo gravitatorio de tal magnitud que ninguna partícula (ni materia ni luz), puede escapar de ella. Por ello se les llama agujero negro: allí no hay ni un fotón de luz, eso hace que sea imposible verlos directamente.
Lo que sí se puede ver es el horizonte de sucesos. En cierto sentido es como intentar ver el fondo de una cascada, sin caer en ella. Pero los científicos tienen una alternativa: colocarse en el punto exacto en el que la gravedad del agujero negro no es tan fuerte como para atraparlos. Este es el horizonte de sucesos y es una suerte de balcón cósmico para agujeros negros. El borde del precipicio. Y esa es la imagen que se espera que veamos hoy cuando el European Southern Observatory de a conocer hoy los resultados del Event Horizon Telescope.