Cuando los astronautas del Apolo empezaron a deambular por la Luna, tuvieron que utilizar un pequeño vehículo. Pero si lo que quieres es surcar el Mar de la Tranquilidad a bordo de un Ferrari o en un turismo, vas a tener que pasar algunos fines de semana hurgando bajo el capó.
Podrías perder la garantía
«Un coche normal se enfrentaría a diversos problemas en la Luna», dice Brian Wilcox, jefe de desarrollo del futuro vehículo tripulado de la NASA, el Athlete.
El principal sería la combustión. La atmósfera lunar es pobre en oxígeno, así que el coche no podría quemar combustible para generar potencia. Además, el caucho de los neumáticos se rompería o se derretiría en la superficie, donde las temperaturas van desde la del nitrógeno líquido hasta la del agua hirviendo.
Las actualizaciones necesarias son evidentes. Habría que sustituir los Firestone por un juego de neumáticos de malla metálica de la NASA, y nos desprenderíamos del motor de combustión para sustituirlo por un motor eléctrico con células de hidrógeno como combustible, dice Wilcox.
Cuidado ahí arriba
Aunque lleves un buen vehículo lunar, deberías tomar otras precauciones. En la superficie sin atmósfera de la Luna, no hay posibilidad de protegerse de los rayos cósmicos, que a tales niveles de intensidad pueden aumentar un 3% el riesgo de desarrollar un cáncer en solo seis meses. Si eres de los precavidos, podrías instalar paneles llenos de agua de unos 5 cm de espesor para bloquear el paso de los protones procedentes de las erupciones solares, que podrían matarte en menos de una hora.
Una vez hechas todas las modificaciones, los beneficios serían ineludibles. La gravedad lunar es una sexta parte de la terrestre, así que el motor no tendría que trabajar tanto para propulsar el vehículo, y podrías recorrer seis veces más con la misma carga de batería. Y para como no hay tráfico. Claro que habría que transportar el coche hasta allí. Las tarifas de la NASA para el transporte a la Luna son del orden de 25.000 dólares por cada 500 gramos, así que la cosa saldría por unos 50 millones de dólares. De pronto, los pequeños cochecitos abandonados por la misión Apolo no parecen tan malos.
Redacción QUO
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