La explicación tradicional nos habla del riguroso Sol de África y los largos inviernos septentrionales pero, ¿eso es todo? La ciencia ha avanzado en el camino que nos lleva al origen de la diversidad de nuestra piel. Las explicaciones de siempre ya no sirven.
La piel humana, nuestra piel, puede tomar distintos tonos. Desde un marrón profundamente oscuro como el de algunos africanos, hindúes o aborígenes australianos, hasta el pálido, casi transparente, aspecto que ofrecen los nórdicos.
¿Buscan un culpable? Pues no se dejen engañar, decir que la responsable es la melanina -el pigmento que da color a nuestra piel y que nos protege de la dañina radiación ultravioleta- es como acusar al coche de un siniestro y no preguntarnos por el conductor.
Dice la teoría más popular que el conductor o, mejor dicho, la conductora en cuestión, es la Vitamina D. Entre susfunciones se encuentra la de controlar el metabolismo del calcio y la mineralización de los huesos. Su escasez puede provocar una mala formación del esqueleto y, en casos extremos, a sufrir raquitismo. Cuando el raquitismo afecta en la infancia produce huesos débiles, curvados y estrechamiento de la pelvis; en la vejez, osteoporosis, entre otras consecuencias.
Por suerte encontramos vitamina la D en la dieta, sobre todo en el pescado graso y los lácteos, y, además, hay otro modo de obtenerla: exponiéndonos al Sol nuestra piel es capaz de sintetizarla.
A estas alturas, ya sospecharán hacia dónde me dirijo: La hipótesis de la vitamina D dice que, conforme migramos hacia el norte hace miles de años, nuestra piel se aclaró persiguiendo el equilibrio entre la protección ante el Sol y la necesidad de obtener vitamina D. Con toda probabilidad, los primeros pobladores de Europa tenían la piel oscura pero, con el paso de las generaciones, los de piel más clara tenían menor probabilidad de morir de raquitismo o de no nacer por culpa de una cadera estrecha.
¿No me creen? Miren un mapa de las diferentes pigmentaciones humanas: observarán como, a mayor insolación, mayor pigmentación.
¿Convencidos? Lástima porque, como dice el dicho, “no es oro todo lo que reluce”… ni siquiera la brillante, y radiante, teoría de la vitamina D.El creador de la teoría, un tal Murray, se basó en datos obtenidos en los EE.UU. durante los primeros años del siglo XX. Éstos mostraban que la prevalencia del raquitismo en la población afroamericana era superior a la de los caucásicos. Hoy, en experimentos llevados a cabo en laboratorio, se ha comprobado que la piel “blanca” es entre 5 y 10 veces más eficiente que la “negra” en la fabricación de vitamina D.
Pero lo que hemos de preguntarnos no es cuánto más eficiente es la una respecto de otra sino cuánta radiación solar hace falta para no sufrir raquitismo.
¿La respuesta? No mucha. Se ha comprobado que multiplicando por seis el tiempo de exposición solar, la piel oscura alcanza la producción de la clara. De hecho, se estima que un individuo de piel clara que viva en Norte América puede prevenir el raquitismo si expone brazos y piernas, entre 5 y 10 minutos entre las 10:00 y las 15:00 horas, 3 veces a la semana (en invierno, algo más).
Un individuo de piel oscura que viva por encima de 50º de latitud y que necesite, digamos, 10-20 veces más radiación, requerirá estar de 1 a 3 horas, 3 veces por semana. Algo que no llevaría más de 1-2 días de la vida de cazador-recolector que llevaban nuestros antepasados.
Más datos: Estudios recientes muestran que la deficiencia de vitamina D más común se debe a hábitos culturales o conductuales que conducen a una insuficiente exposición al Sol.
Es más, un estudio midió qué sucedía en la sangre de ambos tipos de individuos después de una sesión de rayos UVA. El resultado fue que, aunque los de piel oscura tenían niveles más bajos de vitamina D3 que los blancos, la diferencia se esfumó tras la transformación que ésta sufre en el hígado y el riñón: el cuerpo se ocupa, en la medida de lo posible, de que la concentración de vitamina D activa -1,25-(OH)2D- en sangre sea siempre saludable.
Resumiendo, que necesitamos una alternativa…
Y, la hay. La escasez de vitamina D se ha relacionado con otros aspectos de la salud en los últimos años: cáncer de pecho, colon o próstata, enfermedades infecciosas, cardiovasculares, hipertensión, diabetes, artritis reumatoide…
Prometedor… pero tampoco convence: Todas ellas son enfermedades que aquejan al organismo después de su etapa reproductiva, es decir, después de que uno haya pasado sus genes a la siguiente generación. Por lo tanto, es un rasgo difícilmente seleccionado por la ciega evolución.
¿Por qué tenemos distintos colores de piel? ¿Por qué encajan tan bien con la latitud a la que nos encontremos y la cantidad de radiación solar que recibimos? ¿Además de la vitamina D, habrá más factores?
La hipótesis de la vitamina D es menos sólida de lo que se ha pensado durante mucho tiempo, pero eso no significa que sea falsa. Los científicos siguen trabajando para averiguar la respuesta. ¡Seguiremos informando!
Cómo funciona la melanina
La tonalidad de nuestra piel se debe a la actividad de unas células de nuestra piel llamadas melanocitos. Éstas producen una combinación de dos pigmentos -eumelanina, de color gris o pardo, y feomelanina, del color rojizo de los pelirrojos- capaces de absorber la radiación solar -protegiéndonos pero también dificultando la obtención de vitamina D-. Resulta sorprendente que la diferencia entre individuos de distinto color, o entre estar moreno y no estarlo, no se deba al número de estas células sino a la cantidad de pigmento que producen. Cuando esta cantidad es igual a cero porque falta la enzima encargada de su fabricación, tenemos un caso de albinismo.
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Redacción QUO
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