CIENCIA

¿Preparados para la bomba solar?

El Sol es un francotirador. Gira sobre sí mismo y dispara: ¡pum, pum, pum…! Si la bala te pilla en su camino, estás muerto”. Así lo expresa el astrofísico Javier Rodríguez-Pacheco cuando preguntamos por el efecto de una llamarada solar sobre el planeta.

La cabeza del presidente Kennedy estaba en el camino de la bala más famosa de la historia. El planeta Tierra está en el punto de mira de un francotirador sin voluntad. Los proyectiles que dispara el Sol liberan una energía equivalente a 10 millones de bombas de hidrógeno. Una eyección coronal de masa puede expulsar 10.000 millones de toneladas de material solar a 3.000 kilómetros por segundo. Si nos da de lleno, la Tierra puede sumirse en la más absoluta oscuridad.

“El Sol es un francotirador”, la metáfora es de Javier Rodríguez-Pacheco, astrofísico e investigador principal de la misión Solar Orbiter, la más ambiciosa de la ESA para acercar una sonda al astro amarillo. Y añade: “Una tormenta perfecta produciría corrientes tan brutales que fundirían los núcleos de los transformadores de las centrales eléctricas. Nuestra civilización retrocedería 100 años en cuestión de horas”.

La magnetosfera tiene dos puntos débiles en los Polos, por donde la materia solar puede penetrar

Año 2008. La NASA advirtió entonces que el Sol entrará a finales de este año en un período de máxima actividad que podría dar origen a tormentas solares de enorme magnitud. Las bautizó como “la tormenta solar perfecta”. Ante aquel anuncio, el Congreso de los EEUU pidió a un grupo de expertos que elaborara un informe, sobre los riesgos reales de esa tormenta que bien podría ser un mal sueño de Arthur C. Clarke. “Ese informe decía que podría tener efectos devastadores, muy superiores a los daños que produjo el huracán Katrina. Las corrientes que se podrían inducir en las redes eléctricas debido a los cambios en el flujo magnético fundirían los transformadores de energía de suministro a la población”, explica Rodríguez-Pacheco.

El pasado mes de agosto, el Congreso de EEUU hizo un llamamiento a sus ciudadanos para organizar un plan de emergencia. El miedo político se extendió a partir de ahí a otros países. En España, El PSOE presentó una proposición no de ley en la que insta al Gobierno a elaborar un protocolo de actuación ante una situación de emergencia derivada de fallos tecnológicos producidos por fenómenos naturales de origen solar. El documento recoge el eco de la NASA: “En 2012 nos encontramos iniciando un nuevo ciclo solar cuyo máximo se espera a finales de este año o a principios de 2013”.

¡Que viene el lobo!

Y el lobo asoma justo cuando los crédulos de predicciones mayas sitúan el apocalipsis de este mundo. Fin de año. Si todo acabara así, arrasado por una tormenta solar perfecta, el cielo aparecería como telón de un colorido espectáculo de luces. La tormenta solar de 1859 (fulguración de Carrington) se considera la más potente registrada en la historia. Entonces se vieron auroras boreales en los cielos de Roma y en las Islas Baleares.

Veamos cómo podría llegar a ocurrir. Cuando estamos en un ciclo de máxima actividad solar, el Sol produce fulguraciones y emite lazos de material magnetizado (Eyección Coronal de Masa, o ECM) continuamente. Una tormenta solar puede producirla una fulguración, una ECM o, en el peor de los casos, ambas cosas a la vez.

La tormenta solar ha sido incluida en el Registro Nacional de Riesgos Estratégicos de EE.UU como una de las 23 amenazas que podrían desencadenar una catástrofe nacional

“Una fulguración”, explica Rodríguez-Pacheco, “es una explosión enorme localizada sobre el Sol. Al producirse, llena una región muy concreta del espacio de partículas energéticas (radiactivas). En este sentido, el Sol es un francotirador. Si te pilla, sube los niveles de radiación hasta límites que pueden ser mortales para astronautas, y fatales para satélites en órbita. Sería como si metiéramos a los astronautas en el interior del reactor de una central nuclear”. Nuestro planeta está en el punto de mira de ese francotirador estrella. Si miramos al Sol y a la Tierra desde arriba, la línea del campo magnético que nos conecta es curva. “No estamos conectados con el centro solar, sino con algún punto en la región oeste del Sol. Por eso, si una fulguración se produce en la zona oeste del Sol, podría ser peligrosa”, continúa Rodríguez-Pacheco. Si la bala llega de esa región del oeste, nos da de lleno. Pero en la Tierra lo más normal es que solo produzcan un asombroso espectáculo de auroras boreales.

«La misión Apolo 11 a la Luna se realizó en un momento de máxima actividad solar. Entonces ni siquiera se plantearon tener en cuenta los efectos de las radiaciones del Sol. Tuvieron mucha suerte».

Una Eyección Coronal de Masa es una explosión enorme que tiene como consecuencia la expulsión de un lazo de material altamente ionizado (magnetizado). “El Sol tiene una superficie y una atmósfera”, explica Javier Rodríguez-Pacheco. “En esta atmósfera hay nubes de material: son los filamentos o protuberancias que a menudo se aprecian en las imágenes que nos llegan del Sol. Muchos son quiescentes, están quietos, y se pueden mantener ahí una rotación entera, pero otros son eruptivos. Por algún tipo de fenómeno que aún se está estudiando, estos producen una explosión, una emisión de plasma que, si avanza por toda la corona y escapa de la gravedad solar, sale al medio interplanetario. Cuando ese material llega a Tierra, puede producir una tormenta geomagnética, que es la que fundiría los núcleos de las centrales eléctricas alejadas del Ecuadro terrestre.

En este caso, es como si el Sol, más que balas, usase armas de destrucción masiva. Hablamos de una ingente cantidad de materia que avanza contra la Tierra como un frente de choque y que impacta con la magnetosfera. El Sol está continuamente produciendo esas eyecciones. Que sean peligrosas depende fundamentalmente de la energía que transporten y de dónde y cómo nos encuentren.”

Colarse en la Tierra no es fácil. La magnetosfera es un escudo mucho más capaz que cualquier armadura. Pero, como Aquiles, tiene puntos débiles. “En los Polos”, explica Rodríguez-Pacheco, “hay dos ‘agujeros’ donde el escudo del campo magnético terrestre no funciona tan bien, y por donde permite la entrada de materia del Sol hasta baja altura”.

Ni aviones, ni dinero
Hoy, un suceso como la tormenta solar de Carrington no solo achicharraría un transformador: los fundiría todos. A las pocas horas fallaría el bombeo de agua potable, no funcionarían los cajeros automáticos, adiós a cualquier comunicación que requiera un generador eléctrico, y además de sumir a las ciudades en la más absoluta oscuridad, ningún avión podría aterrizar sin GPS.

“En el mudo global, si EEUU cae, los efectos serían como una bola de nieve. Nos afectarían a todos”

Un informe realizado por James A. Marusek, físico nuclear e ingeniero norteamericano, explica que la corriente que generaría podría producir un apagón eléctrico de larga duración que afectaría aproximadamente al 50% de la población. Haría estragos en latitudes altas y medias; tocaría países de los hemisferios norte y sur. El dardo dañaría Europa, Rusia, Canadá, China… Rodríguez-Pacheco explica: “No creo que una tormenta perfecta fuera muy peligrosa en España. Para estar seguros, haría falta que nuestras Autoridades encargasen un estudio serio. Pero en el mudo global, si EEUU cae, los efectos serían como una bola de nieve…”

Las centrales eléctricas deberían desarrollar un protocolo de actuación que evite la fusión de transformadores

Una eyección masiva solar tardaría entre menos de un día y cuatro días (según su velocidad) en llegar a la Tierra. Rodriguez-Pacheco apunta una solución al desastre: “Las centrales eléctricas necesitan un protocolo de actuación que evite la fusión de sus transformadores si son avisadas con suficiente antelación”. Por eso es tan importante la predicción.

Pero a día de hoy no se puede avisar con certeza. “Hay mucho interés por investigar una nueva área: el clima espacial (space weather), pero estamos en los mismos niveles de precisión que en la predicción atmosférica de la Tierra en 1950. La horquilla de error de los niveles de intensidad de radiación en la que nos movemos es demasiado grande. Si avisamos y apagan, se pierden millones de dólares, y sería terrible si alertamos falsamente de una tormenta solar que finalmente pase de largo”. Y Rodríguez-Pacheco nos hace conscientes de una realidad: “Por eso son tan importantes las nuevas misiones para observar el Sol”. Entre ellas, Solar Orbiter, la misión en la que es investigador principal. “El lanzamiento está previsto para 2017. La sonda tardará tres años en colocarse en su órbita definitiva, la más cercana al Sol. Nadie se ha acercado nunca tanto.”

Solar Orbiter recogerá más datos para pronosticar un “huracán” que llegue del espacio. Entre tanto, si el lobo de verdad viene, nadie dará la voz de alarma.

Lorena Sánchez Romero

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