La EAS (Early Ammonia Servicer) tomó agua ayer a unos 550 km de la costa sureste de Australia, según ha calculado la Red de Vigilancia Espacial de EEUU. Este dispositivo era un depósito de amoníaco que se instaló en la Estación Espacial Internacional (ISS) en 2006 como pieza de reserva para el circuito de refrigeración provisional. Cuando estuvo listo el sistema definitivo, dejó de resultar necesaria y sus 635 kilos de peso comenzaron a estar de sobra. Para aliviar la carga, el 23 de julio de 2007, el astronauta Clay Anderson la soltó y la pieza, del tamaño de unos dos frigoríficos, inició su descenso hacia la Tierra.
Tras 15 meses de viaje (bastante más de lo previsto por las autoridades espaciales), se sabía que llegaría a nosotros en torno al 2 de noviembre, pero no en qué lugar del planeta podría caer exactamente. Si bien se esperaba que el choque con la atmósfera la desintegrara, la NASA consideró que hasta un total de 15 fragmentos podrían sobrevivir a la reentrada y alcanzar el suelo. Teniendo en cuenta que alguno de ellos llegaría a alcanzar los 17,5 kilos e incluso conservar restos de amoníaco, una sustancia tóxica, ha resultado un alivio que no hayan topado con ninguno de los humanos que merodeamos por el planeta. Quizá los peces piensen de otro modo.
Pilar Gil Villar
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