A medida que el cometa 67P, la “nave nodriza” que guía a la sonda Rosetta, se acerca al perihelio, su punto más cercano al Sol, su actividad se dispara y comienza a experimentar explosiones. La causa es el aumento de la temperatura provoca que la superficie helada de 67P empiece a hervir y nubes de gases salgan disparadas de forma impredecible.
A Rosetta esto le resulta de lo más conveniente ya que su objetivo es analizar la composición del cometa. Solo que tiene que estar en el lugar adecuado y en el momento preciso. Y eso fue lo que ocurrió el 29 de julio pasado cuando el calor lanzó una explosión de gases: “un evento tan potente que llegó a desplazar el viento solar”, aseguraba la Agencia Espacial Europea, ESA, en un comunicado.
Afortunadamente Rosetta no se encontraba en la línea de fuego, pero sus cámaras lograron captar el evento. Esto permitió a los científicos estimar que la velocidad de lanzamiento del gas fue de unos 10 metros por segundo, casi tres veces más rápido que una flatulencia humana, según datos que ningún científico ha confirmado. Pero sí coincide con la velocidad de una eyaculación.
¿Por qué se habla de un pedo cósmico entonces? A bordo de Rosetta se encuentra el espectrómetro ROSINA, este dispositivo detectó, después de la explosión, que había 7 veces más sulfuro de hidrógeno (responsable del olor a huevo podrido) y la cantidad de metano, presente en los flatos, se había cuadruplicado.
Juan Scaliter
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