El 18 de abril de 2015, la Organización Científica e Industrial del Commonwealth (Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation, CSIRO), detectó una ráfaga de ondas de radio rápida (FRB por sus siglas en inglés) gracias al radiotelescopio Parkes de 64 metros. El hallazgo disparó una alerta internacional para seguir la ráfaga desde otros centros y a las pocas horas, una serie de telescopios de todo el mundo estaban buscando la señal.
Los FRB son misteriosos destellos brillantes de ondas de radio (un tipo de radiación electromagnética) que generalmente duran sólo unos pocos milisegundos. Su origen es aún desconocido, con una larga lista de fenómenos potencial asociados a ellos. También son muy difíciles de detectar: hasta ahora solo se habían detectado 16.
“En el pasado, los FRB se habían encontrado tras meses o años de exhaustivo filtrado de datos – explica Evan Keane, científico del Square Kilometre Array (SKA) y autor principal del estudio publicado en Nature –y para entonces ya era demasiado tarde para poder hacer un seguimiento de las observaciones. Para remediar esto, el equipo desarrolló su propio sistema de observación para detectar FRB en cuestión de segundos, y alertar de inmediato otros telescopios, cuando todavía había tiempo para buscar más pruebas”.
En este caso el resplandor duró seis días, lo que permitió estudiarlo y señalar su origen con una precisión 1000 veces superior a la conseguida en eventos anteriores.
La radiación provenía de una galaxia elíptica a unos 6 millones de años luz de distancia. «Es la primera vez que hemos sido capaces de identificar la galaxia anfitriona de un FRB”, agrega Keane. La observación también posibilitó medir el denominado ‘corrimiento al rojo’ (la velocidad a la que la galaxia se aleja de nosotros por la expansión acelerada del universo) lo que constituye la primera vez que una distancia se determina para un FRB.
“Hasta ahora todo lo que teníamos de información era la medida de dispersión – Simon Johnston, coautor del trabajo –, pero ahora, contando también con una distancia, somos capaces de medir lo denso que es el material situado entre el punto de origen de la señal y la Tierra, y entonces comparar los resultados con el modelo actual de la distribución de materia en el universo. En esencia, esto nos permite “pesar” el universo, o al menos la materia normal que contiene”.
El modelo cosmológico actual afirma que el universo esta formado por un 70% de energía oscura, un 25% de materia oscura y un 5% de materia «normal», la materia que forma todo lo que vemos. Y, sin embargo, a través de observaciones de las estrellas, las galaxias y hasta el hidrógeno (el elemento más abundante del universo), los astrónomos sólo han sido capaces de señalar aproximadamente la mitad de la materia, el resto no podía ser visto directamente y se la conocía como materia perdida.
«La buena noticia es que nuestras observaciones y el modelo coinciden: hemos encontrado la materia perdida – concluye Keane –, y es la primera vez que una explosión de radio rápida ha sido utilizada para realizar una medición cosmológica”.
Juan Scaliter
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