En 1992 un equipo de científicos del Instituto Antártico Argentino descubrió el fósil de un antepasado de patos y gansos que habitó en la isla Vega, en la Antártida, 66 millones de años atrás. Bautizado Vegavis iaai, pasó casi al olvido hasta que en 2013 Julia Clarke, paleontóloga de la Universidad de Texas, se dio cuenta que el fósil incluía una siringe, un órgano vocal.
El hallazgo era tan extraño, generalmente los tejidos cartilaginosos como estos no se conservan tan bien como los huesos, que durante dos años el equipo de Clarke buscó en el registro de fósilespara ver si existían otros ejemplos de siringe. Esto le llevó a publicar en Nature dos importantes conclusiones. Por un lado se trata del órgano vocal de un ave más antiguo conocido hasta la fecha y por otro, la aparente ausencia de este órgano en dinosaurios no avianos de la misma época indicaría que el órgano habría surgido en una época posterior de la evolución de las aves. Así, será imposible para estos dinosaurios “cantar” como las aves actuales.
“Este hallazgo – explica Clarke en un comunicado de la universidad – explica porqué hasta ahora no se había encontrado un órgano como este en los dinosaurios no avianos o aquellos relacionados con los cocodrilos. . Es un paso importante para comprender qué sonidos producían los dinosaurios y profundizar nuestros conocimientos sobre la evolución de las aves”.
Aunque si bien no cantaban sí podría decirse que arrullaban. Un estudio anterior, publicado en Evolution, también por Clarke, demuestra que algunos dinosaurios realizaban sonidos similares a los que producen actualmente los avestruces, sonidos secos y repentinos realizados con la boca cerrada.
Juan Scaliter
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