Incluso si no estamos cansados, ocurre: ¿por qué bostezamos si alguien más lo hace?
El bostezo contagioso se desencadena involuntariamente cuando observamos bostezar a otra persona. Y está vinculado a la ecopraxia, la imitación automática de acciones de otros, un fenómeno que no solo afecta a los humanos, también a los chimpancés y a los perros.
La ecopraxia y la ecolalia (la repetición de sonidos o palabras), están de igual modo presentes en una amplia variedad de condiciones clínicas relacionadas con el aumento de la excitabilidad cortical y/o disminución de la inhibición fisiológica, como por ejemplo la epilespsia, la demencia, el autismo y el síndrome de Tourette.
Ahora, expertos de la Universidad de Nottingham han publicado en Current Biology, un estudio que sugiere que la propensión humana al bostezo contagioso es activada automáticamente por los reflejos primitivos en la corteza motora primaria, un área del cerebro responsable de la función motora.
Los resultados demuestran que nuestra capacidad para resistir el bostezo es limitada. Y nuestro deseo de bostezar se incrementa si se nos instruye para resistirlo. Otro hallazgo inesperado esque la necesidad de bostezar se manifiesta de modo único en cada ser humano.
De acuerdo con el líder del estudio, Stephen Jackson, “sugerimos que estos hallazgos pueden ser particularmente importantes para comprender aún más la asociación entre la excitabilidad motora y la aparición de fenómenos como la ecopraxia o ecolalia en diversas condiciones clínicas que se han relacionado con el aumento de la excitabilidad cortical como la epilepsia, la demencia, el autismo y el síndrome de Tourette”.
Juan Scaliter
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