Los pétalos de las flores no solo son diferentes a simple vista. A escala nanométrica las diferencias son aún más notorias. Y esto tiene una razón de ser. Así lo afirma un reciente estudio realizado por un equipo multidisciplinar de expertos de la Universidad de Cambridge, los Reales Jardines Botánicos de Kew y del Instituto Adolphe Merkele en Suiza. Los resultados, publicados en Nature http://dx.doi.org/10.1038/nature24285, señalan que varias especies comunes de flores tienen crestas a escala nanométrica en la superficie de sus pétalos que se entrecruzan con la luz si se ven desde ciertos ángulos.
Lo que hacen estas nanoestructuras es dispersar partículas de luz en el espectro del azul al ultravioleta, generando un efecto sutil que los científicos han bautizado como el «halo azul”. El equipo de científicos, liderados por Beverley Glover, fabricó superficies artificiales que imitaban estos halos azules y los probaron con abejas y descubrieron que lestas podían ver el halo azul y usarlo como una señal para ubicar las flores de manera más eficiente. Pero no todas las flores tienen la misma estructura, ni siquiera todos los pétalos las comparten: Hay, según los autores del estudio, tres variables que producen las diferentes combinaciones: el ancho, el alto y el espacio entre una y otra nanoestructura. Todas cumplen la misma función, pero no son iguales.
Los investigadores concluyen que estas nanoestructuras probablemente evolucionaron de forma independiente muchas veces en diferentes especies, pero alcanzaron el mismo resultado que aumenta la visibilidad de los polinizadores, un ejemplo de lo que se conoce como «evolución convergente».
Juan Scaliter
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