El Instituto de Salud y Bienestar de Finlandia, mantiene una gran base de datos sobre la población local. Entre ellos se encuentra la información vinculada a los nacidos entre 1987 y 2005 de mujeres inscritas en la cohorte de maternidad finlandesa, en total más de 1 millón de embarazos.
Un equipo de investigación dirigido por Alan S. Brown, recurrió a esta informacióny encontró un vínculo entre los niveles elevados de un metabolito del insecticida DDT (dicloro difenil tricloroetano) en la sangre de las mujeres embarazadas y un mayor riesgo de trastorno del espectro autista (TEA) en su descendencia. Los resultados resultados se han publicado en el American Journal of Psychiatry. El estudio es el primero en relacionar un insecticida con riesgo de autismo utilizando biomarcadores maternos de exposición.
En total, el equipo de Brown identificó 778 casos de autismo infantil entre los descendientes nacidos entre 1987 y 2005. La sangre materna extraída durante el embarazo se analizó para detectar DDE, un metabolito de DDT, y PCB (policlorobifenilos), otra clase de contaminantes ambientales.
Los autores del estudio descubrieron que las probabilidades de desarrollar TEA con discapacidad intelectual se incrementaron en más del doble si los niveles de DDE de la madre estaban por encima de lo normal. Para la muestra general de casos de TEA, las probabilidades eran casi un tercio mayores. Los porcentajes no variaron aún después de ajustar varios factores como la edad materna y la historia psiquiátrica familiar. Tampoco se halló ningún vínculo entre la cantidad de PCB presente en la madre y el TEA. Del mismo modo, el estudio no ha analizado la presencia de contaminantes en la sangre paterna y su posible relación.
Mientras que el DDT y los PCB llevan prohibidos en muchos países desde hace más de 30 años, aún se pueden encontrar en la cadena alimentaria porque su descomposición es muy lenta.
«Pensamos en estos productos químicos en tiempo pasado – señala Brown en un comunicado –, relegados a una era pasada de toxinas peligrosas del siglo XX. Desafortunadamente, todavía están presentes en el medio ambiente y se encuentran en nuestra sangre y tejidos. En mujeres embarazadas, se transmiten al feto en desarrollo. Junto con factores genéticos y otros factores ambientales, nuestros hallazgos sugieren que la exposición prenatal a la toxina DDT puede ser un desencadenante del autismo”.
Juan Scaliter
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