Es posible contar la prehistoria desde hace más de un millón de años sin salir de Atapuerca. En este lugar del mundo han encontrado a los primeros europeos
Cuando una investigación aparece en portada de la revista Nature, se trata de un trabajo de trascendencia internacional. El equipo de investigadores encabezado por Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell puede lucir en su curriculum no sólo una portada, sino varias.
El mérito de estos científicos consiste, según el propio Carbonell, en haber descubierto un yacimiento, el de la sierra burgalesa de Atapuerca, considerado el único enclave de Europa donde es posible estudiar la evolución humana durante el último millón de años, en registros bien contextualizados y asociados a conjuntos paleontológicos que incluyen series únicas de fósiles humanos.
El yacimiento ya había sido explorado en décadas anteriores, pero la excavación del año 1992 en la “Sima de los Huesos” iba a cambiar las vidas de aquellos investigadores: Comienzan a descubrirse diversos restos, entre ellos el primer cráneo completo del Pleistoceno Medio (hace entre 780.000 y 127.000 años), y el más entero y mejor conservado de todos los hallados en el mundo.
Dos años después, en la Gran Dolina, se descubren los restos de homínidos más antiguos de Europa, de más de 780.000 años, los cuales habían sido víctimas de prácticas antropófagas. Y en los dos años siguientes, en dicho yacimiento aparece el “Niño de Gran Dolina”, una nueva especie, antepasada nuestra y de los neandertales, que los paleoantropólogos de Atapuerca denominaron Homo antecesor.
Por su parte, los humanos de la Sima han sido clasificados dentro de la especie Homo heidelbergensis, un homínido que vivió en Europa entre hace algo más de 500.000 y 200.000 años, intermedia entre el antecessor y el neardental.
El Homo antecessor podría pasearse hoy día por nuestras ciudades sin llamar mucho la atención: alto, fuerte y con un rostro muy similar al nuestro, aunque con un cerebro más pequeño.
[image id=»11889″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]El Homo heidelbergensis hubiera sido el fichaje perfecto de un equipo de rugby o como boxeador de pesos pesados: de una altura similar a la del ser humano actual, su corpulencia era un tercio superior a la nuestra, pesando una media de 100 kilos.
Los restos encontrados serían una pequeña muestra de lo que puede conservar bajo tierra el yacimiento. De hecho, los miembros del equipo de investigadores ya han reconocido que en Atapuerca “se van a jubilar todos”. Aunque las técnicas y los análisis avanzan, aún quedan por estudiar restos encontrados hace años.
Asimismo, las demás cuevas de las cercanías podrían deparar todavía más sorpresas. Por ejemplo, las cuevas orientadas hacia la Sierra de la Demanda son “extremadamente prometedoras”, según los investigadores.
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