Son cada vez más los estudios que señalan al vino (tinto, blanco, rosado, espumoso, orgánico o transgénico) como una panacea para todos los malos o como el responsable de nuestros achaques. Pasada la resaca de las fiestas, examinamos con lupa lo que esconde la uva.
Un reciente estudio, realizado por expertos de la Universidad de California, examinó el veredicto de tres famosas revistas especializadas (Wine Advocate, Wine Spectator y Wine Enthusiast) sobre más de 74.000 vinos producidos en California entre 1998 y 2009. El resultado demostraba que los vinos orgánicos obtenían una puntuación de 4 puntos más (sobre un total de 100) que los “normales”. Los investigadores especulan que esto podría deberse a que al no usar pesticidas, los microbios del suelo son más abundantes y colaboran en el sabor final de la uva, aumentando el concepto de “terroir”, básicamente el ecosistema del vino. La otra posibilidad es que al no usar fertilizantes, las viñas dan menos fruta y el zumo de la uva está más concentrado y sabroso.
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