Raúl Rivas González, Universidad de Salamanca
Aunque han pasado más de 200 años desde la invención del estetoscopio (padre del fonendoscopio), la auscultación de los pulmones todavía es una piedra angular en el diagnóstico de asma y de otros trastornos pulmonares, cardiacos e intestinales. Por ello, es un instrumento habitual en medicina que con el paso del tiempo se ha convertido en un símbolo de la práctica médica. Probablemente, el aparato que antes vinculamos con la imagen de un médico.
Los términos fonendoscopio y estetoscopio se emplean indistintamente, pese a que en realidad el fonendoscopio, si bien es el más utilizado y popular, es tan solo un tipo particular de estetoscopio. La palabra estetoscopio proviene de las palabras griegas “stethos”, que significa pecho, y “skopein”, que significa explorar. El estetoscopio fue inventado por el médico francés René Theophile Hyacinthe Laënnec y lo hizo de forma insospechada.
En septiembre de 1816, durante una fresca mañana, mientras caminaba por el patio del Palacio del Louvre en París, el Dr. Laënnec observó a dos niños que se enviaban señales entre sí utilizando una pieza larga de madera maciza y un alfiler. Con una oreja en un extremo, uno de los niños recibía un sonido amplificado del alfiler raspando el extremo opuesto de la madera.
Pasado un tiempo, ese mismo año, Laënnec fue requerido por una mujer joven que tenía síntomas generales de tener el corazón enfermo. Hasta ese momento, lo habitual era que el médico colocara su oreja sobre el pecho del paciente para captar los sonidos emitidos por el corazón. La misma técnica se utilizaba para auscultar el sonido de los pulmones cuándo existía alguna afección o infección respiratoria, pero tanto la aplicación de la mano al pecho como la percusión ofrecían poca ayuda diagnóstica.
En el caso concreto de la chica enferma, Laënnec se mostró reacio a iniciar la auscultación inmediata (colocando la oreja del médico en el pecho del paciente) debido a la edad, el sexo y la gordura de la paciente, ya que en personas obesas la técnica no aportaba buenos resultados.
En este momento de vergüenza, Laënnec recordó su observación de las señales de madera de los niños. Fue esta observación la que inspiró la invención de Laënnec del estetoscopio al pensar que esta propiedad física podría tener un propósito útil en el caso que estaba tratando. Laënnec enrolló con fuerza una hoja de papel, un extremo de la cual colocó sobre el pecho con su oído en el otro. De inmediato quedó sorprendido y feliz de poder escuchar los latidos del corazón con mucha más claridad de la que nunca lo había hecho con la aplicación directa.
Entonces tomó consciencia del hallazgo. Aquello podría convertirse en un método indispensable para estudiar, no solo los latidos del corazón, sino todos los movimientos capaces de producir sonido en la cavidad torácica. Laënnec pasó los siguientes 3 años probando varios tipos de materiales para fabricar tubos, perfeccionando su diseño y escuchando los hallazgos del tórax de los pacientes con neumonía.
Después de muchas vueltas, se decidió por un tubo hueco de madera, de 3,5 cm de diámetro y 25 cm de largo. Aquel aparato primitivo fue el precursor del estetoscopio moderno. Laënnec investigó los sonidos emitidos por el corazón y los pulmones con su invento y descubrió que sus diagnósticos estaban respaldados por observaciones realizadas en autopsias.
En 1819, publicó la primera obra fundamental sobre el uso de la escucha de los sonidos corporales titulada De l’auscultation médiate ou Traité du Diagnostic des Maladies des Poumon et du Coeur. Los estetoscopios de madera se utilizaron hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando se desarrollaron los tubos de goma.
Gracias a su invento, Laennec escribió un tratado sobre la enfermedad del tórax, en el que se centró en enfermedades como la Phthisis pulmonalis (tuberculosis). La tuberculosis era común en la época de Laënnec y causaba muchas muertes. Por eso, cuando le nombraron médico en el Hospital Necker de París lo natural fue que se centrara en la tuberculosis y en las enfermedades del pecho. Examinar el tórax, fundamental para un diagnóstico adecuado de tuberculosis, no fue fácil.
Laënnec utilizó el estetoscopio para estudiar a muchos pacientes y comparó sus observaciones con hallazgos post mortem. Aprendió a reconocer neumonía, bronquiectasia, pleuresía, enfisema, neumotórax, tisis (tuberculosis) y otras enfermedades pulmonares a partir de los sonidos que escuchó con su estetoscopio. Contribuyó con grandes avances al estudio y diagnóstico de las enfermedades del tórax.
Quizás también tenía un interés personal, porque el propio Laënnec padecía tuberculosis. Además, muchos de los miembros de su familia murieron a causa de la enfermedad, incluidos su madre, su hermano y su tío. Sus mentores, Bichat y Bayle, también sucumbieron a la tuberculosis.
En 1826, la salud de Laënnec se deterioró y se debilitó progresivamente. En mayo la fiebre, la tos productiva y la dificultad para respirar eran implacables y pidió a su sobrino, Mériadec, que le auscultara el pecho y que describiera lo escuchado. Los hallazgos auscultatorios fueron claros y alarmantes. Laënnec había escuchado los mismos sonidos miles de veces antes. No había duda, el médico padecía tuberculosis.
La enfermedad que Laënnec ayudó a dilucidar y comprender con su estetoscopio, le quitó la vida el 13 de agosto de 1826 a la edad de 45 años. En su testamento, Laënnec legó a Mériadec todos sus artículos científicos, incluido el estetoscopio que inventó y que cambió la historia.
Raúl Rivas González, Profesor Titular de Microbiología, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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