En los momentos de crisis la inversión en ciencia básica, no solo en medicina, es una apuesta segura para impulsar el crecimiento económico, crear empleo y mejorar la calidad de vida
El programa Apolo, que envió las misiones tripuladas a la Luna, se suspendió en 1972, antes de tiempo. Había perdido el apoyo de la mitad de los estadounidenses y el Congreso decidió retirar los fondos. El programa duró diez años y costó el equivalente a 100.000 millones de dólares en dinero de hoy.
En aquella época muchos veían en esta cifra una inversión desproporcionada, y pensaban que ese dinero se debería invertir en solucionar otros problemas de la sociedad.
En 1970 la NASA recibió una famosa carta de la religiosa Mary Jacunda en la que escribió: «¿Cómo es posible que se gasten miles de millones de dólares en un programa espacial mientras todavía hay miles de millones de niños muriéndose de hambre en la Tierra?».
«Viajar a la Luna contribuye a solucionar los problemas que tenemos aquí en la Tierra»
Ernst Stuhlinger, director en esa época del Centro de vuelos espaciales Marshall de la NASA, le contestó en otra carta en la que dijo: «Creo que viajar a la Luna (…) a la larga, contribuirá más a la solución de esos graves problemas que tenemos aquí en la Tierra que muchos otros potenciales proyectos de ayuda que se están debatiendo y discutiendo año tras año».
Cincuenta años más tarde, este sentimiento de oposición a la inversión en la ciencia permanece en una buena parte de la población. Pero ¿qué beneficios para la economía y la sociedad de un país son esos que mencionaba Stuhlinger? ¿Se ha cumplido la promesa de que la ciencia básica es a la larga rentable?
La respuesta rápida es que sí.
En 2018 el gobierno de España destinó el 1,2% de su PIB a investigación y desarrollo, muy por debajo de la media europea. Mientras, Estados Unidos y Japón destinaron en 2017 el 2,8% y el 3,2% respectivamente. Las empresas privadas españolas lo hacen mejor, pero también invierten menos en ciencia que en otros países. La inversión privada en I+D en España representa un 56,5% del total en comparación con el 65,4% de la media europea, y con el 73,1% de Estados Unidos y el 77,6% de China.
No es casualidad que los países que más invierten en ciencia sean también los que se sitúan dentro de las mayores economías del mundo. Por otro lado, son los que más tejido empresarial tienen, y los que poseen las empresas más innovadoras y poderosas del mundo, como es el caso de Japón, Estados Unidos o China.
Pero esto no es la causa, sino la consecuencia de la inversión en I+D. Muchos de los avances que se producen en los laboratorios pasan a impulsar la economía de todos los días. Se crean nuevos productos que se pueden comercializar y se mejoran las tecnologías de la empresa y del país. Estos avances hacen que las empresas sean más competitivas a nivel internacional y, por tanto, que hagan crecer la economía del país.
Severo Ochoa, premio Nobel de medicina y uno de los científicos más importantes de España, afirmaba que pocas cosas son tan importantes y dan tantos frutos como la investigación científica. Su pupila, la bioquímica Margarita Salas, fue la autora de ocho patentes, y una de ellas es la más rentable de la historia de la ciencia en España.
Margarita Salas patentó un método de multiplicación del ADN a partir de pequeñas muestras usando un método llamado polimerasa del Phi29. Es parecido al método PCR que se utiliza en los test del coronavirus, pero mucho más rápido y eficiente. Con esta patente el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) llegó a ingresar 4 millones de euros, lo que supuso el 50% de sus ingresos.
Muchos otros ámbitos como el policial o el forense se han beneficiado de esta investigación. La patente más rentable de España expiró en 2009 pero Salas y la empresa X-Pol Biotech, de la que formaba parte, registró diferentes variables de la proteína encargada de multiplicar el ADN y se siguen produciendo beneficios.
«Se está tirando por la borda lo que hemos construido a lo largo de muchos años. En España se investiga muy bien, hay mucha calidad, pero muchos grupos se están quedando sin financiación», Margarita Salas en declaraciones al Confidencial, 2013
Otro ejemplo es el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), construido entre 1998 y 2008. Es el acelerador de partículas más grande y que existe, capaz de producir reacciones de gran energía. También es uno de los proyectos que más controversia genera al hablar sobre inversión en ciencia.
El acelerador LHC se encuentra en el complejo del CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear) en la frontera entre Suiza y Francia. Su presupuesto fue de 5.000 millones de euros, y su mantenimiento anual alcanza los 1.100 millones.
España aporta desde 1983 un 8,5% del presupuesto del CERN. Más de 900 técnicos y científicos españoles trabajan para el CERN. Desde 1998 hasta 2013, las empresas españolas implicadas en la construcción del LHC han tenido contratos por valor de más de 250 millones de euros.
La puesta en marcha del LHC supuso una innovación sin precedentes tanto en la tecnología de detectores y aceleradores, como en las áreas de computación y electrónica. Los rayos X de los aeropuertos, el estudio de la composición de alimentos en la industria alimentaria, las técnicas de enfriamiento de alimentos, la creación de fármacos así como la levitación magnética de los trenes, entre otros usos, son avances que se han producido gracias a las investigaciones que realizadas con el LHC.
Que una empresa se desarrolle e innove hace que sea más competitiva a nivel internacional y que genere más ingresos. Para llegar a este resultado y mantenerse precisará de cada vez más empleados, y además generará empleo cualificado.
Los países que más capital destinan a la inversión en ciencia son, a la vez, los que menores tasas de desempleo presentan. Según el economista Francisco Coll, España no tiene ese concepto tan asumido como otros países de su entorno.
España no solo se encuentra a la cola en inversión en I+D, sino que no se prevén cambios en el futuro. El crecimiento de la inversión en investigación desde 2004 a 2017 es del -5,8% según el informe de 2019 de la COTEC. En ese tiempo, China aumentó un 99% su inversión en ciencia, Alemania en un 31% y el Reino Unido en un 16%.
Hay excepciones. Las empresas del sector biotecnológico se encuentran entre las que más y mejores empleos crean, y solo en 2017 en España contrataron a más de 25.000 personas. Estas mismas empresas contribuyeron en ese año con 118 millones de euros por impuesto de sociedades y con 1.035 millones de euros en el total de impuestos de las arcas del Estado.
Según un estudio de 2017 publicado en la revista JAMA Oncology, cada 125€ de inversión en la lucha contra el cáncer se podría aumentar en un año la esperanza de vida de un paciente oncológico.
Volviendo a la Luna, durante los años que duró el programa Apolo se desarrollaron técnicas que posteriormente se han podido aplicar en la medicina, como por ejemplo, un proceso químico de eliminación de toxinas nuevo en su día.
Ese mismo descubrimiento dio lugar, posteriormente, a nuevas máquinas para los pacientes con insuficiencia renal. Los dispositivos para la diálisis renal actuales han eliminado la necesidad de un suministro continuo de agua y los hace portátiles, lo que permite a los pacientes una mejora sustancial en su calidad de vida.
De acuerdo, oero ¿tiene aplicación la ciencia del acelerador de partículas del CERN en la medicina? La respuesta es de nuevo afirmativa. Gracias a los descubrimientos en física del CERN se han producido avances en las técnicas de diagnóstico y terapia como las tomografías por emisión de positrones, con las que ahora se obtienen imágenes mucho más detalladas del cuerpo humano que con los escáner de resonancia magnética actuales.
La crisis sanitaria actual causada por la COVID-19 ha provocado también una crisis económica y la inversión en ciencia básica se ha resentido. Sin embargo, en estos momentos también resulta esencial, no solo para crear un sector médico más eficiente sino también para impulsar la economía. El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) considera fundamental la inversión en ciencia para salir de la crisis creada por la pandemia y en especial España debe aumentarla.
No sólo hay que invertir en ciencia en los años de prosperidad económica, también es imprescindible hacerlo en los momentos de crisis
El documento del Ivie asegura que España no supo aprovechar los años de expansión económica para avanzar en su capacidad científica y tecnológica y, como consecuencia, su tasa de crecimiento se aleja cada vez más de la media europea.
Según Clara Campàs, investigadora en centros hospitalarios, la inversión privada en salud es acíclica, y al contrario que los valores bursátiles, representa una apuesta más segura que la inversión en otros sectores.
REFERENCIAS
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