CIENCIA

La Filomena del coronavirus

Ni cepa brasileña, ni africana, ni británica. Los expertos advierten de la urgencia de crear un sistema para nombrar a las nuevas cepas del coronavirus más peligrosas sin mencionar el lugar de procedencia.

La OMS dio directrices para poner fin a la práctica de asociar enfermedades virales con paisajes, regiones, personas o culturas donde ocurrieron los primeros brotes, un hábito que dio lugar a nombres como síndrome respiratorio de Oriente Medio o virus Zika, que se llamó así por el bosque en Uganda donde se detectó por primera vez el virus.

Estas pautas tenían como objetivo evitar los estigmas, y proteger a los países y pueblos de la condena de ser recordados como el lugar dónde comenzó la pandemia.

El uso de nombres con elementos geográficos, como «cepa inglesa» o «cepa sudafricana» produce inmediatamente un efecto de estigmatización.

En el caso de las borrascas, ya existe una lista de nombres establecidos y acordados internacionalmente para identificarlas, y solo se da nombre a aquellas borrascas que causan mayor impacto. Filomena era el nombre que tocaba. Del mismo modo, hace falta establecer un sistema que permita dar nombre a nuevas cepas sin que el peso recaiga sobre un país.

La gripe mortal que no fue española

España  ha pasado a la historia como el origen de la Gripe española. Entre 1918 y 1920 esta pandemia acabó con el 6% de la población mundial, causó casi 100 millones de muertes. Ningún país se atrevía a hablar sobre esta enfermedad con miles de infectados y muertos cada día. En cambio España fue un ejemplo de libertad de expresión dando a conocer a sus ciudadanos y al mundo lo que estaba ocurriendo. Por eso parecía existir solo en España, y se ganó el  falso  apodo de Gripe española.

Un nombre genérico para una enfermedad vírica ayuda a reforzar la idea de que todos estamos en riesgo de un brote de una cepa peligrosa

El uso de nombres con elementos geográficos, como «cepa inglesa» o «cepa sudafricana» produce inmediatamente un efecto de estigmatización. Además, un nombre genérico para una enfermedad vírica ayuda a reforzar la idea de que todos estamos en riesgo de un brote de una cepa peligrosa.

A mediados de 2020 , había más de 35.000 secuencias genómicas completas o casi completas del coronavirus y habrá más.

Es probable que se encuentren más cepas de coronavirus en las próximas semanas y meses: a mediados de 2020 , había más de 35.000 secuencias genómicas completas o casi completas del coronavirus, y el número sigue creciendo.  Así que hace falta acordar una nomenclatura común tanto para hablar al público general, como para todos los científicos del mundo, para que sepan de qué variante están hablando solo por cómo son nombradas allí donde las han encontrado.

Sistema de patchwork

Existe una nomenclatura acordada para las diferentes variedades de otros virus, como la influenza, pero aún no para el SARS-CoV-2. En su ausencia, están proliferando varias convenciones de nomenclatura. Por ejemplo, el equipo que identificó una variante en Sudáfrica la llamó 501Y.V2. Las nomenclaturas científicas son descriptores que indican alguna particularidad, la más importante, del coronavirus. En este caso, señalaban que en el genoma de esa nueva cepa descubierta había una sustitución en el sitio de aminoácidos 501 de la proteína de pico del virus. P

Por el contrario, Public Health England está llamando a la variante identificada a fines del año pasado VOC 202012/01, en la que VOC significa ‘variante de preocupación’, y los números incluyen una referencia al mes y año del descubrimiento. Y otros  grupos están usando el nombre B.1.1.7 para la misma variante. No es que sean nombres contradictorios, es que son distintos, y esto dificulta enormemente que científicos de distintos lugares sepan si tienen entre manos o no la misma cepa.

A principios de este mes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) convocó una reunión en la que, entre otras cosas, los expertos discutieron las pautas para nombrar variantes del coronavirus . La necesidad es urgente para los científicos, porque no existe un sistema de nombres acordado. Y también es urgente buscar cómo llamar a nuevas cepas potencialmente más peligrosas sin estigmatizar a ningún país o pueblo.

Baltasar Pérez

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