Los autores del estudio basan sus conclusiones en el análisis de 130 restos óseos de perro recuperados en el yacimiento de Atapuerca
Los habitantes de la Sierra de Atapuerca comieron carne de perro de manera sostenida en el tiempo hace 7.000 años.
El consumo de carne de perro fue una práctica habitual entre los pobladores neolíticos (entre hace 7000 y 4500 años) y de la Edad del Bronce (entre 4000 y 2000 años) de El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca (Burgos), una cavidad del yacimiento ocupada por grupos humanos sedentarios y con una economía basada en la agricultura y la ganadería.
Así lo ha desvelado un estudio llevado a cabo por un equipo de científicos encabezado por las investigadoras Mª Ángeles Galindo Pellicena y Nuria García, de la Universidad Complutense de Madrid.
Ya hacía miles de años que el perro había sido domesticado. Se ha demostrado con evidencias genéticas que el centro de domesticación del perro fue, sin duda, Europa hace entre 19.000 y 32.000 años y que la población de lobos que dio origen a los perros modernos está probablemente extinta.
Durante 2.000 años los habitantes de El Portalón consumieron carne de perro, aunque por el escaso número de restos fue algo esporádico y motivado por periodos puntuales de escasez de alimento o hambrunas, como parte de un ritual, o por considerarla una exquisitez.
Este consumo podría estar relacionado con períodos de escasez de alimento, hambrunas o rituales, según un estudio del Equipo de Investigación de Atapuerca publicado en la revista ‘Archaelogical and Anthropological Sciences’
Para los investigadores, uno de los principales problemas fue diferenciar los restos de perro (Canis lupus familiaris) de los del lobo (Canis lupus lupus)
Lo revela una investigación sobre los pobladores del yacimiento de Atapuerca, en Burgos. Y esta dieta a base de los que son nuestros mejores amigos la mantuvimos durante unos 2.000 años, entre el Neolítico y la Edad del Bronce.
Los investigadores españoles analizaron 130 restos óseos de perro recuperados en distintos niveles de ocupación del yacimiento, tanto en contextos domésticos como funerarios, y que presentaban diversas marcas de actividad humana.
Esta es la principal conclusión del estudio realizado por un Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) en el que han participado científicos de la Universidad de Burgos, del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares (MAR), de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y del centro mixto UCM-ISCIII.
Publicado en la revista ‘Archaelogical and Anthropological Sciences’ y liderado por María Ángeles Galindo Pellicena (MAR; UCM-ISCIII) y Nuria García García (UCM), el estudio confirma que el consumo de perro fue algo habitual entre los pobladores de El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca.
Para los investigadores, uno de los principales problemas fue identificar los restos de perro (Canis lupus familiaris) y distinguirlos de los del lobo (Canis lupus lupus), la especie salvaje de la que proceden los perros. Morfológicamente apenas hay diferencias en los huesos de ambas especies, salvo el tamaño, ya que en esos momentos el perro doméstico era significativamente más pequeño que el lobo.
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