Sin el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) la física no podría seguir avanzado. El LHC acaba de empezar una nueva era de descubrimientos
Jesús Puerta Pelayo, Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT)
Cuando Tolkien se refirió en su famosa mitología de la Tierra Media al Anillo Único de Poder, no pudo imaginar que dicho anillo sería construido por la raza de los hombres varias décadas después. No en la Tierra Media, sino bajo la frontera franco-suiza en las instalaciones del CERN (Laboratorio Europeo para la Física de Partículas).
Ese anillo, completado en 2008, vuelve a despertar para dar comienzo a la tercera edad de su existencia. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC), la máquina destinada a profundizar nuestro conocimiento de la física de altas energías, está despertando poco a poco pero con paso firme tras varios años de inactividad.
Pasados 10 años desde el descubrimiento del bosón de Higgs en los experimentos ATLAS y CMS, el mayor hito conseguido hasta la fecha por LHC, este proyecto sigue estando de máxima actualidad y tiene mucho recorrido por delante.
En este momento conviene resumir en 4 razones fundamentales los motivos por los que una buena parte de las esperanzas de la física moderna pasan por el futuro de LHC.
No es descabellado afirmar que LHC es una de las máquinas más complejas de la historia, y uno de los instrumentos científicos más apasionantes jamás construidos.
Estamos hablando de un anillo de 27 km instalado a 100 metros bajo tierra, formado por cientos de imanes superconductores, funcionando a una temperatura cercana al cero absoluto, colisionando paquetes de billones de protones 40 millones de veces por segundo en un entorno más vacío que el espacio exterior.
LHC fue concebido como un instrumento de investigación básica, una máquina capaz de proporcionarnos información sobre un rango de energía no explorado de forma controlada en laboratorios. Inició su andadura en 2008, batiendo el récord de energía en colisiones de partículas en 2009 (2,6 TeV), 2012 (8 TeV) y 2014 (13 TeV). Un nuevo récord de energía está a la vuelta de la esquina y se producirá en las próximas semanas.
Para asegurar el correcto funcionamiento del acelerador y sus detectores, así como para implementar mejoras técnicas que permitan aumentar la energía e intensidad de los haces de protones, es necesario realizar paradas de larga duración cada cierto tiempo. La última colisión de partículas en LHC se produjo a finales de 2018. Han sido casi 4 años de parada.
Antes de eso LHC recogió datos durante 4 años de forma regular, y previamente otra parada de 2 años tras recoger los primeros datos de su primera fase. Esta secuencia de fases de funcionamiento y paradas alternas es habitual en los aceleradores. Incluso el mejor bólido necesita parar en boxes cada cierto tiempo.
El camino de esta segunda parada ha sido más tortuoso de lo habitual a causa de la pandemia, que ha obligado a realizar intervenciones manteniendo estrictas medidas de seguridad. Esta circunstancia ha retrasado el retorno de LHC, pero en estos momentos todo se encuentra listo para volver a la carga, con haces en circulación en espera de comenzar a colisionar en las próximas semanas.
Uno de los objetivos principales con los que LHC fue diseñado y construido era producir y medir una partícula que se llevaba buscando desde los años 60 del siglo pasado: el bosón de Higgs. Finalmente hace 10 años los experimentos ATLAS y CMS del LHC anunciaron su descubrimiento, y desde entonces miden y estudian sus propiedades con empeño. Este descubrimiento condujo a la concesión del Premio Nobel de Física en 2013 a F. Englert y Peter Higgs.
¿Por qué el bosón de Higgs es una partícula tan importante en nuestro modelo? ¿Y por qué ha costado tanto encontrarla?
Para responder a la primera pregunta tenemos que referirnos al Modelo Estándar, la teoría más completa que, a día de hoy, tenemos para describir las partículas elementales conocidas y sus interacciones. Este modelo, uno de los edificios matemáticos más complejos y precisos elaborados por la comunidad científica a lo largo del siglo XX, fallaba a la hora de describir cómo las partículas elementales adquirían una de sus propiedades fundamentales: la masa.
Como respuesta a este problema, en 1964 Peter Higgs, François Englert y Robert Brout, junto a otros físicos teóricos, propusieron la existencia de un campo fundamental a través de cuya interacción con las partículas éstas podían adquirir masa. Ese campo debía manifestarse en una partícula conocida como el bosón de Higgs. Citando y destripando a Descartes simultáneamente, podemos decir que el bosón de Higgs justifica su importancia con un “peso, luego existo”.
Y respondiendo a la segunda pregunta, la dificultad en encontrarla radica en que, en primer lugar, su masa era desconocida, y solo estaba al alcance de aceleradores de alta energía como LHC; en segundo lugar se produce con muy baja probabilidad; y por último es una partícula inestable que se desintegra en otras partículas nada más crearse, lo que hace muy difícil distinguirla de una cantidad ingente de procesos de fondo similares. De hecho, hay modos de desintegración que sabemos que están ahí pero aún no han podido ser observados con claridad.
El haberla encontrado ha supuesto un broche de oro a ese Modelo Estándar, toda vez que medir sus propiedades con precisión es crucial para entender sus fisuras.
Evidentemente no solo de Higgs vive el Modelo Estándar; este modelo explica el resto de partículas que conocemos en la naturaleza y sus interacciones, y medir sus propiedades con la mayor precisión posible es fundamental para avanzar en el conocimiento. Si pensamos en LHC como si fuese un gigantesco microscopio, con él somos capaces de hacer zoom en la naturaleza para estudiar el resto de piezas que componen el Modelo Estándar.
Otros aceleradores precedentes han sido claves a la hora de establecer el Modelo Estándar, pero LHC supone un paso más allá. Nos proporciona una foto de mayor resolución del mundo subatómico. Las medidas de determinados parámetros (como las masas de las partículas, sus probabilidades de producción, sus características intrínsecas etc.) suponen una prueba fundamental para exprimir las bondades del modelo e, idealmente, estudiar sus carencias estudiando desviaciones con respecto a las predicciones teóricas.
El excelente funcionamiento de LHC como máquina capaz de realizar medidas de precisión está sorprendiendo a propios y extraños. Esperamos conseguir poner al límite nuestro modelo, aunque para ello la estadística es fundamental, y será necesario seguir recopilando datos de colisiones durante muchos años. Por ello en los próximos años se realizarán una serie de mejoras en el acelerador que permitirán incrementar sustancialmente el número de colisiones por segundo que LHC proporcionará a los experimentos en un factor 10, entrando así en una nueva fase que se denominará LHC de alta luminosidad, o HL-LHC. De este modo podremos alcanzar esa resolución deseada en nuestra foto de la naturaleza.
Aunque el Modelo Estándar es una teoría tremendamente exitosa, no es completa. Muchas de las cuestiones abiertas no tienen explicación dentro de este modelo. La naturaleza de la materia y energía oscuras, las diferentes masas de las partículas, la asimetría entre materia y antimateria, etc. son algunas de las incógnitas aún por resolver para alcanzar una comprensión más completa del Universo.
Hay teorías más allá del Modelo Estándar que pueden explicar algunas de estas cuestiones, y es posible que dichos modelos se manifiesten en nuevas partículas o fenómenos que pueden estar al alcance de estudio en LHC.
A pesar de que hasta el momento no se ha observado ninguna señal definitiva de estos nuevos procesos, es pronto para tirar la toalla. Quedan muchos años por delante para tomar datos, y muchos más para escudriñar dichos datos. El estudio de posibles nuevas señales y desviaciones es complejo. Confiamos en que las mejoras a realizar en los próximos años, sobre todo la puesta en marcha de HL-LHC, sean cruciales para vislumbrar estas esquivas señales.
Sea como fuere, el conocimiento detallado del Modelo Estándar en este rango de energía es fundamental para avanzar y observar, aunque sea de forma indirecta, posibles señales de nueva física.
10 años después de conseguir su mayor logro, LHC retoma su andadura más fuerte, más potente y más esperanzado que nunca.
LHC forma parte de larga familia de aceleradores históricos que, desde mediados del siglo pasado, han construido un linaje de instrumentación para la investigación sin igual. Sin dicha familia no hubiese sido posible establecer el Modelo Estándar.
Es posible que alguna partícula inesperada esté esperando entre bambalinas a ser descubierta. A día de hoy el panorama de la física fundamental es mucho más complejo que décadas atrás, y la observación de la naturaleza ha de completarse con muchos otros tipos de experimentos de diversa índole (detección de neutrinos, búsquedas de materia oscura, todo tipo de telescopios, detectores de ondas gravitacionales, etc.). Pero no cabe duda de que en todo este complejo entramado experimental tanto LHC como otros futuros proyectos de colisionadores seguirán teniendo una contribución crucial.
Es un momento ciertamente excitante para la física fundamental. Con toda seguridad los resultados experimentales venideros nos permitirán dentro de pocos años conocer un poco mejor el mundo que nos rodea.
Jesús Puerta Pelayo, Doctor en Física, investigador de la Unidad CIEMAT – Física de Partículas, Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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