Hagamos números. Los cuatro grandes premios internacionales de matemáticas –la Medalla Fields, los premios Abel, los premios Nevanlinna (Abacus Medal) y los premios Wolf– se han concedido a lo largo de su historia a 162 hombres y 3 mujeres. No es un error de cálculo: solo 3 mujeres. En dos de ellos, los premios Wolf y Abacus Medal, el número de mujeres es exactamente 0.
Judit Mínguez Ceniceros, Universidad de La Rioja
En 1999 se publicó “Matemática es nombre de mujer”, un libro en el que la autora, Susana Mataix, urde una trama basada en un manuscrito de Hipatia que va perteneciendo a mujeres que, a pesar de las dificultades, consiguieron que su nombre apareciera entre los de aquellos que se recuerdan por sus contribuciones al avance de las matemáticas. Mujeres a las que Urania, la más joven de las musas, la de la astronomía y las ciencias exactas, inspiró de tal manera que incubaron y desarrollaron ideas que trascendieron.
La autora presenta a Madame du Chátelet (1706-1749), María Gaetana Agnesi (1718-1799), Sophie Germain (1776-1831), Ada Lovelace (1815-1852), Florence Nightingale (1820-1910), Sofía Kovalevskaya (1850-1891) y Emmy Noether (1882-1935). En todas, además de su gran talento, se pone de manifiesto el obstáculo que representó para ellas ser mujer.
A la lista de grandes mujeres matemáticas nacidas antes del s. XX pueden añadirse, por ejemplo, Enheduanna (2285-2250 a.e.c.), hija de Sargón I de Acad, que fue la primera persona (no solo la primera mujer) de la que se tiene constancia que firmó sus escritos, Theano, la esposa de Pitágoras, en el s. VI a.e.c., Caroline Herschel (1750-1848), Mary Sommerville (1780-1879), Grace Chisholm Young (1868-1944), y algunas otras de las que vamos teniendo noticia.
He nombrado trece mujeres para un periodo de casi 4 500 años. ¿Solo nombraría a 13 hombres? Cualquier persona con pocos conocimientos matemáticos nombraría muchísimos más. ¿Por qué tan pocas mujeres en todo este tiempo?, ¿por qué ninguna ha alcanzado el reconocimiento obtenido por Tales, Pitágoras, Euclides, Arquímedes, Kepler, Fermat, Descartes, Newton, Leibniz, Euler, Gauss o cualquiera de los nombres que con facilidad llegan a la mente del lector? ¿Tiene Urania, hija de Zeus, complejo de Edipo y susurra ideas principalmente en mentes que le recuerden a la de su padre?, ¿o es que habiendo inspirado a muchas mujeres sus nombres han sido eclipsados?
La lista de las 13 mujeres puede ser ampliada con muchas nacidas con posterioridad. En la actualidad, son muchas las que hacen contribuciones muy destacadas en el mundo de las matemáticas, ocupan cátedras, dirigen grupos de investigación y presiden sociedades científicas. La Real Sociedad Matemática Española (RSME), sociedad a la que pertenezco, está presidida por una mujer, Eva Gallardo, y 8 de los 16 miembros de su Junta de Gobierno son mujeres. Una de sus comisiones más activas es la que se denomina Mujeres y Matemáticas.
¿Es el caso de la RSME una excepción o es algo habitual? Gracias al tesón y al talento de muchas mujeres (a la inspiración de Urania), es la tónica general en las sociedades científicas, como mínimo en el llamado primer mundo. La preocupación por la igualdad, al menos formalmente, está instalada en el ámbito de las matemáticas.
¿Se extiende esta preocupación al reconocimiento de los logros científicos? Nada mejor que comprobar con datos cómo están distribuidos entre hombres y mujeres los premios que conceden las sociedades o fundaciones científicas a las personas que, por sus méritos, se hacen merecedoras de ellos. Si Urania se recupera al fin de su complejo de Edipo y la sociedad avanza realmente con principios profundos de igualdad, los números comenzarán a mostrar equilibrio.
Aunque no haya premio Nobel de matemáticas, no parece estar de más que haga mención a ellos. Estos premios se entregaron por primera vez en 1901. Hasta 2021 ha habido un total de 962 galardonados en todas las categorías, 59 son mujeres.
En matemáticas también hay premios importantes. Destaco las medallas Fields (sobre todos), el premio Abel, el premio Nevanlinna, el premio Gauss, el premio Ramanujan, todos concedidos por la Unión Matemática Internacional (IMU), y el premio Wolf, otorgado por la Fundación Wolf. A estos pueden añadirse muchos más, como los concedidos por la European Mathematical Society (EMS) y por otras sociedades matemáticas entre los que menciono el premio José Luis Rubio de Francia, concedido por la RSME.
Como para muestra vale un botón, repaso la distribución entre hombres y mujeres de algunos de ellos.
Desde 1936, hasta 2022, 64 personas han sido galardonadas con la Medalla Fields. De ellas, solo dos son mujeres: la iraní Maryam Mirzakhani en 2014 (fallecida en 2017, a los 40 años) y la ucraniana Maryna Viazovska en 2022. De esta última, es preciso resaltar que estuvo propuesta para esta medalla en 2018. Ambas mujeres de un talento excepcional pero desconocidas en muchos ámbitos incluso matemáticos.
Los premios Abel se concedieron por primera vez en 2003. Hasta 2022 lo han recibido 25 personas. La única mujer que figura entre los premiados es Karen Uhlenbeck que lo obtuvo en 2019.
Los premios Rolf Nevanlinna se concedieron entre 1982 y 2018. La IMU ha cambiado su denominación por Abacus Medal. Con esta denominación se ha concedido por primera vez en 2022. Los galardonados han sido 11. Ninguna mujer.
Lo mismo ocurre con los premios Wolf en Matemáticas que se conceden desde 1978 (65 premiados, ninguna mujer) y con los premios Gauss que se conceden desde 2006 (5 premiados, ninguna mujer).
Algo mejor está la situación con los premios Ramanujan, concedidos por el International Center for Theoretical Physics y la IMU, y los José Luis Rubio de Francia que concede anualmente la RSME.
De los 17 premios Ramanujan concedidos hasta 2021, 3 han sido a mujeres: Sujathea Ramdorai en 2006, la brasileña Carolina Araujo en 2020 y la india Meena Gupta en 2021.
De los 18 galardonados con los Rubio de Francia solo 3 son mujeres: María Pe Pereira en 2004, María Ángeles García en 2010 y Ujué Etayo en 2021.
¡Vaya! Parece que ni siquiera en la actualidad hemos acertado con la forma de resolver el problema. No voy a entrar en las causas de esta desigualdad, pero me da la sensación de que Urania sí inspira ideas trascendentes y fecundas en las investigadoras confiando en que el talento, la capacidad de trabajo, la constancia y el rigor de las mujeres en las que las deposita sean suficientes para que merezcan medallas y premios. Pero me temo que ha descuidado susurrar ideas de igualdad en las mentes de aquellos de quienes depende la concesión de los galardones que facilitan obtener un lugar en la Memoria. A estos, un último consejo: déjense inspirar por la nueva Urania. Según Joaquín Sabina, no cobra derechos de autor.
Judit Mínguez Ceniceros, Profesora Titular de Universidad en el área Análisis Matemático, Universidad de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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