CIENCIA

Mujeres que merecieron el premio Nobel y no lo recibieron: Rosalind Franklin y el ADN

Los trabajos con rayos X de Rosalind Franklin, la Dama Ausente de la ciencia, fueron fundamentales para el descubrimiento de la estructura del ADN, pero nunca recibió reconocimiento en vida

Nacida en 1920, en el seno de una familia judía acomodada, desde una temprana edad mostró tanto aptitud como actitud hacia el estudio, destacando en ciencias. Cuando llegó el momento, pasados sus estudios en Nordland Place y St. Paul Girls School, aprobó el examen de ingreso en el Newnham College, situado en Cambridge. Esta Facultad se caracterizaba en ser puramente de carácter femenino, donde toda mujer que quisiera realizar estudios universitarios podía llevarlos a cabo.

Esta serie de hechos consecutivos provocó opiniones enfrentadas en su familia: por una parte, su padre, conservador, no veía con buenos ojos que su hija estudiara en la Universidad donde, por aquella época, no era usual la presencia de féminas en aulas universitarias. Sin embargo, recibió el apoyo de su madre, animándola a perseguir aquello por lo que luchaba. Este acto de valentía recogió sus frutos en 1941, año en el que Rosalind Franklin era oficialmente una graduada en Químicas.

Cuando Rosalind termina su periodo universitario, el Reino Unido estaba envuelto en la Segunda Guerra Mundial. Obtuvo un puesto como ayudante en un importante organismo británico dedicado a la investigación del carbón y sus derivados, que posteriormente se utilizaron para la fabricación de máscaras antigás. A su vez, fue preparando y realizando su doctorado, hasta que, en 1945, recibe el título de Doctora en Química-Física con su tesis “La fisicoquímica de coloides orgánicos sólidos con referencia especial al carbón”. Este trabajo le proporcionó la base y la confianza en la publicación de sus artículos posteriores.

Sus publicaciones abren nuevas posibilidades para sus estudios: solo un año después de recibir el título, viaja a Francia por recomendación de Adrienne Weill, alumna de Marie Curie, para trabajar como becaria postdoctoral en el Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado en París. En él, aprende nuevas técnicas innovadoras para la época, destacando la difracción de rayos X, de la que fue pionera, además de conocer a William Bragg hijo y Max Perutz, ambos conocidos por sus estudios y demostraciones en cristalografía.

La difracción de rayos X consiste en la interacción de un haz de rayos X a una determinada longitud de onda con una sustancia cristalina, donde cada sustancia produce su propio patrón o huella de difracción. Dicha técnica fue perfeccionada por Rosalind, y supuso un punto de inflexión en la ciencia del siglo XX y en los estudios científicos que llevaría a cabo Franklin y otros muchos científicos posteriormente.

Rosalind permaneció en París bajo la tutela de Bragg y Perutz hasta 1951 y, durante esos años, publicó numerosos trabajos, en los que podemos destacar “The interpretation of diffuse X-ray diagrams of carbon» y «Acta Crystallographica”, ambos publicados en 1950.

Tras adquirir experiencia en París, regresa a Gran Bretaña, donde se le es ofrecida una beca para un periodo de tres años en un puesto en King`s College de la Universidad de Londres. Allí conoce a John Randall, inventor del magnetrón, además de Maurice Wilkins, graduado y doctorado en Físicas, con el que se incorpora a la investigación sobre el ácido desoxirribonucleico o ADN.

En la primera mitad de siglo, había tres grandes grupos de investigación en el mundo estudiando lo que se reconocería como el mayor hito de la investigación de la segunda mitad del siglo XX, la molécula del ADN: Rosalind Franklin y Maurice Wilkins, en el King`s College; por otro lado Linus Pauling en el Instituto de Tecnología de California, Estados Unidos; y por último James Watson y Francis Crick, biólogos moleculares, en el Laboratorio Cavendish, en Cambridge.

Este último laboratorio destacó por la participación de grandes científicos anteriores como fueron Thompson, tanto padre como hijo, así como Maxwell y Rutherford. Su renombre hizo de él un espacio de experimentación científica de gran prestigio en Cambridge.

Como pionera y experta en técnica de rayos X, Rosalind Franklin mejoró las investigaciones ya realizadas por Wilkins anteriores a su llegada al equipo. En ellas, certificó la existencia de dos estados diferentes del ADN: el estado que denominó como A era un estado deshidratado, mientras que el estado B lo encontrábamos hidratado. Tan mala era la relación entre Franklin y Wilkins, que cada uno siguió su trabajo por separado con un estado de ADN distinto: Franklin se haría cargo de la forma A, mientras que Wilkins estudiaría la forma B.

Por su parte, Pauling llevó a cabo un modelo físico donde describió la forma en la que las que las proteínas se enrollaban en su estructura secundaria. Este estudio se aceptó al principio debido a que necesitaba de un apoyo matemático e imágenes que confirmaran la teoría. Pauling lo confirmó posteriormente con varios estudios de cristalografía, lo que le valió años más tarde el Premio Nobel de Química.

Paralelamente, Watson y Crick, del Laboratorio de Cavendish, ambos biólogos, conocían de la importancia que el conocimiento de la estructura del ADN tenía en la genética, pero necesitaban apoyarse en pruebas sólidas, como por ejemplo estudios de cristalografía de esta molécula. Aquí entraba finalmente en juego la experiencia reconocida que tenía Franklin en ese ámbito.

Unos pocos años después Wilkins realiza la primera fotografía del ADN en forma B, que podía sugerir una estructura helicoidal no confirmada debido a la confusión que producía la propia fotografía. Rosalind dudaba de una estructura idéntica en el caso del ADN en forma A, pero posteriormente, en mayo de 1952, con ayuda de sus conocimientos en cristalografía de rayos X, obtuvo una imagen nítida que dejaba al descubierto la forma B del ADN: una estructura helicoidal inconfundible, que fue denominada como “Fotografía 51”.

Fotografía 51. Estructura helicoidal de la molécula de ADN.

Este descubrimiento trascendental no fue inmediato. Rosalind no interpretó ni estudió el hallazgo que llevaría a la ciencia a hacer historia. Fue Watson, en una visita al laboratorio de King`s College, a quien Wilkins enseña el descubrimiento de su compañera.

Esa fotografía era la última pieza que Watson y Crick necesitaban para recomponer y encajar todas las piezas del
puzle de la estructura del ADN. Esta fotografía, así como estudios, datos y especulaciones de científicos anteriores, les orientó en la construcción física tridimensional de la estructura del ADN para observar cómo funcionaba. Todo ello se llevo a cabo sin el consentimiento ni el conocimiento de Rosalind.

Watson y Crick junto a su modelo en 3D de la estructura helicoidal del ADN.

Simultáneamente, Rosalind Franklin se centra esa fotografía que tan poco había llamado su atención en su momento. La imagen probaba como las dos formas del ADN, tanto A como B, estaban formadas por una doble hélice.

Apuntes de Franklin sobre la estructura del ADN.

Este descubrimiento le llevó a escribir trres trabajos, donde destaca “Crystallographica” en 1953, no solo por su explicación e interpretación de su descubrimiento, sino por su publicación un día antes de que Watson y Crick completaran su modelo de ADN, en el que encajarían todas las piezas, publicando artículos como “General implications of the structure of deoxyribonuclic acid” explicando lo que sería uno de los mayores hallazgos científicos de la historia.

A pesar de que en dichos artículos se menciona, entre comillas, la participación indirecta de Rosalind Franklin en el descubrimiento del ADN, ella ignoraba que Watson y Crick habían tenido acceso a sus estudios y datos recopilados sobre el ADN por medio de su propio compañero de trabajo, por lo que, a pesar de la publicación del libro, y debido a su desconocimiento sobre su aportación al hallazgo, asumió el papel secundario.

Un tiempo más adelante, Rosalind Freanklin abandona el King ́s College para trasladarse a Birbeck College, donde lleva a cabo grandes descubrimientos como el RNA viral, así como su estructura, parámetros, y muchos otros aportes, que hicieron de ella una de las científicas con mayor renombre de la época. Años más tarde, trabaja con Klug, futuro premio Nobel de Química, donde gracias a sus hallazgos realizados en cristalografía electrónica, publica numerosos trabajos relacionados sobre el virus del mosaico del tabaco.

No fue hasta 1958, cuando la investigación y trabajos realizados durante años expuesta a Rayos X produce sus inevitables efectos en el cuerpo humano. A su corta edad muere de cáncer, dejando inacabados una serie de artículos y trabajos, y sin ser consciente que sus investigaciones sobre el ADN serían tan relevantes en la ciencia actual y su posterior historia.

En 1962, Watson, Crick y Wilkins reciben el premio Nobel de Medicina y Ciencias Fisiológicas por sus descubrimientos en relación con la estructura molecular de los ácidos nucleicos y la importancia que tienen estos para la transferencia de información en material vivo. Cuando reciben el importante premio, no hacen mención al trabajo realizado por Franklin, ni a su papel clave en la investigación de la estructura del ADN.

Esta omisión dio lugar a una gran controversia en el mundo científico. Años más tarde, los tres hombres admitieron que, sin la ayuda de la pionera de los rayos X, no habría sido posible su hallazgo.

A lo largo del tiempo se han ido publicando libros en los que se contaba la historia de la mujer que proporcionó la clave en un rompecabezas en el que se trabajaba a contrarreloj. Entre ellos destaca “Rosalind Franklin; The dark lady of DNA” de Brenda Maddox, y “The third Man of the Double Helix” de Wilkins.

A causa de ello, la joven Rosalind Franklin, que proporciona la prueba irrefutable de la estructura helicoidal del ADN con la Fotografía 51 tomada por rayos X, es apodada como la Dama Ausente.

“La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas. Para mí la ciencia da una explicación  parcial de la vida. Tal como es se basa en los hechos, la experiencia y los experimentos…  Estoy de acuerdo en que la fe es fundamental para tener éxito en la vida, pero no acepto tu  definición de fe, la creencia de que hay vida tras la muerte. En mi opinión, lo único que  necesita la fe es el convencimiento de que esforzándonos en hacer lo mejor que podemos  nos acercaremos al éxito, y que el éxito de nuestros propósitos, la mejora de la humanidad  de hoy y del futuro, merece la pena de conseguirse”.  Rosalind Franklin, 1940

Cristina Tapia Navarro

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