El planeta Marte tuvo regiones habitables al mismo tiempo que la vida se originó en la Tierra. La noticia es un bombazo. Pero, ¿qué significa habitable? ¿Hubo vida marciana? El análisis de los datos obtenidos hasta hoy ofrecen una verdad incómoda para muchos, pues van en sentido opuesto a la idea de que el planeta rojo albergara vida
César Menor-Salván, Universidad de Alcalá
La exploración de Marte, desde la sonda Viking en 1976 hasta la actual misión Mars2020 y su rover Perseverance, ofrece una imagen del planeta que resulta muy familiar. Sus volcanes, deltas de antiguos ríos y lechos de lagos desecados evocan nuestro propio planeta, con un pasado activo y, quizá, vivo.
El parecido geológico de Marte con lugares como Lanzarote o Islandia está confirmado y los análisis detallados de las rocas y minerales del planeta rojo demuestran que Marte tuvo abundante agua en el pasado remoto. La palabra ‘vida’ se repite tras cada noticia de las misiones de exploración. Pero ¿cuales son las evidencias de vida actuales? Y hablamos de la vida tal como la conocemos.
El rover Perseverance aterrizó en un lugar elegido cuidadosamente: el cráter Jezero, resultado de un impacto ocurrido hace entre 3 700 y 4 000 millones de años. Jezero albergó un lago en el que desembocaba un canal fluvial que dejó un delta en forma de abanico. Era el sitio perfecto para buscar evidencias de vida.
En Noviembre de 2022, Perseverance encontró conglomerados de cantos rodados que indican una corriente de agua constante.
El análisis de las rocas muestra evidencia de minerales secundarios formados por la acción del agua sobre las rocas ígneas. La alteración de los olivinos y la formación de carbonatos, yesos y arcilla en el viejo cráter marciano se produjo de la misma forma en la Tierra. El proceso, además, ocurrió justo en la época en la que la vida surgió en nuestro planeta. Claramente, Marte tuvo regiones habitables.
Habitabilidad, en el sentido astrobiológico, significa que un planeta tuvo las condiciones para el origen de la vida: temperatura, ambiente, geoquímica y presencia de agua líquida. Sin embargo, es importante remarcar que habitabilidad y presencia de agua líquida no implican vida. Que en Marte hubiera ríos y lagos, ni prueba, ni sugiere que la vida se haya originado allí.
Otro hallazgo reciente del rover Perseverance es la presencia de materia orgánica asociada a las rocas alteradas por el agua.
De nuevo, la idea es sugerente por su similitud con la Tierra: sedimentos con arcillas y carbonatos que contienen materia orgánica. ¿Es una evidencia de vida? Por el momento, no. Los datos indican que las pequeñísimas cantidades de materia orgánica detectada pertenecen a un tipo de compuestos llamados aromáticos. Un ejemplo de estos compuestos es la naftalina (naftaleno), y los compuestos aromáticos pueden tener origen abiótico. De hecho, hemos demostrado que una amplia variedad de estas sustancias pueden generarse, incluso a bajas temperaturas, a partir de metano. Como ocurre con el agua, la presencia de materia orgánica no implica vida. Por ahora, no se han encontrado biomarcadores, es decir, sustancias orgánicas cuya presencia solo puede explicarse mediante la actividad de organismos vivos. Todos los hallazgos de materia orgánica en Marte son explicables por procesos geoquímicos.
A pesar de que hay cierta tendencia a que las noticias que se publican sobre Marte sean sensacionalistas o ambiguas (una ambigüedad promovida a veces por los científicos), los datos, por ahora, van en sentido opuesto a la idea de que hubo vida en ese planeta.
Si, Marte pudo ser habitable, pero no hay evidencias de que la vida se haya originado allí. No hay ni compuestos orgánicos que puedan interpretarse como biomarcadores, ni huellas geoquímicas o mineralógicas de actividad de seres vivos.
El estudio de la geología del cráter Jezero sugiere, además, que el lago de unos 45 km de diámetro, que existió hasta hace unos 3 700 millones de años, pudo tener una duración muy corta. Ello no favoreció la formación de sedimentos lacustres, prácticamente inexistentes, ni la alteración de las rocas. Todo esto tampoco juega a favor de la evolución de la vida.
Una gran baza para hallar huellas de vida en Marte son los minerales. Los procesos biológicos alteran los minerales de un modo particular, dejando diversas biofirmas características, tales como combinaciones de especies minerales o cambios en la proporción de los isótopos estables de elementos como el azufre o el carbono. Aún no se han hallado esas biofirmas.
Hay un tipo de mineral que pasa inadvertido, pero es clave para el origen y evolución de la vida: los fosfatos. Los datos que tenemos hasta ahora de Marte sugieren que los fosfatos están ampliamente dispersos en las rocas ígneas y son de tipo primario. No hay evidencia de movilización del fosfato, formación de fosfato secundario o su acumulación, resultado de la acción de organismos vivos o de procesos prebióticos activos.
En conjunto, no tenemos evidencias de vida en Marte. Ello no implica directamente que no la hubiera, tan solo que el misterio continúa. Pero, si aceptásemos la hipótesis de que nunca hubo vida en Marte, lo que vamos encontrando encaja con ella.
Aún queda mucho por explorar. Por ejemplo, cuando las muestras recogidas por Perseverance viajen a la Tierra se hará un análisis detallado que puede darnos sorpresas.
De haber existido vida en Marte, debió ser primordial y probablemente se extinguió hace más de 3 000 millones de años. Esta idea se ha sugerido recientemente en un modelo teórico basado en la evolución del clima marciano y la presencia de organismos con un metabolismo similar al que pudieron tener las primeras células en la Tierra.
Hay una posibilidad muy remota de que la vida se mantuviera en el subsuelo, sostenida por la energía de la actividad magmática que, aún hoy día, se mantiene en el planeta.
Si Marte no tuvo vida, ¿merece la pena explorarlo? Sin duda: la exploración espacial tiene muchos beneficios, tanto en conocimiento como para el avance tecnológico.
Las grandes cuestiones de la astrobiología siguen abiertas y solo hemos explorado una parte mínima. Paradójicamente, que Marte nunca tuviera vida puede enseñarnos mucho sobre nuestro propio origen. Y si sí la tuvo, será uno de los mayores descubrimientos de la Humanidad. En ambos casos, ganamos.
César Menor-Salván, Profesor Contratado Doctor. Bioquímica y Astrobiología. Departamento de Biología de Sistemas, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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