Investigadores británicos analizan los sonidos de consonantes y vocales emitidas por los orangutanes para explicar el nacimiento del lenguaje humano
Hoy sabemos algo más acerca de la forma en la que se comunican los orangutanes, y el estudio de sus reconocibles «aullidos» en la selva ha dado un vuelco a las teorías más aceptadas hasta el momento sobre el origen del lenguaje humano.
No chillan, como los chimpancés, y suelen vivir la mayor parte de su serena vida en silencio. Sin embargo, su comunicación es enormemente rica, usan vocales y consonantes de una manera muy similar al habla humana.
El biólogo Serge Wich, de la Universidad de Zúrich, grabó durante dos años las vocalizaciones de orangutanes en diferentes poblaciones de Sumatra y de Borneo. Wich demostró que las vocalizaciones son diferentes en cada grupo, por lo que se trata de un rasgo cultural. En su estudio encontró el significado de algunas vocalizaciones muy especiales, por ejemplo el «ven aquí» de una madre a su cría.
Pero los sonidos más característicos de los orangutanes son los aullidos prolongados de los machos sexualmente maduros, que se pueden oír a través de un kilómetro de densa selva. Estos sonidos son los que han servido para un nuevo estudio, que ha encontrado que, el medio por el que se transporta el mensaje, el canal de transmisión, ha jugado un papel fundamental en la evolución del lenguaje, hasta, posiblemente, dar forma a las primeras palabras.
Los expertos consideran que las primeras palabras del lenguaje humano surgieron tras un proceso de evolución. Los primeros sonidos fueron evolucionando, hasta dar con una «forma» que pudiera entenderse, incluso a gran distancia. Así, las primeras palabras debieron ser los «mejores sonidos». Del mismo modo, el nacimiento de la gramática lo explican como la necesaria evolución del lenguaje para que los mensajes puedan ser entendidos por toda la comunidad. Y ¿cómo se llega a ese sonido perfecto? ¿Cómo evoluciona hasta fijar una palabra?
Los expertos ponen su lupa en tres puntos fundamentales. El emisor, alguien que emite una palabra, (vale un orangután macho en celo en la copa de un árbol); un medio por el que se propaga ese sonido (la jungla en este caso) y, por último, un receptor, en este caso, la hembra que recogerá la llamada.
Muchos estudios sobre el origen del lenguaje se centran en el «emisor», es decir, el orangután, y buscan cómo ha evolucionado el cerebro humano y todo el sistema que nos permite hablar, a lo largo de miles de años, para poder explicar por qué nosotros tenemos un lenguaje complejo y ellos no. Estudiando la morfología del emisor es como pudieron demostrar, por ejemplo, que los neandertales hablaban como nosotros.
También se estudia al receptor del mensaje y la evolución del Sistema Auditivo. En un adulto humano, los oídos tienen la capacidad de reconocer y distinguir unos 400 000 sonidos diferentes, ligados al habla, a la música y a los sonidos que producen el hombre y la naturaleza. La sofisticación del oído nos permite diferencia si el sonido lo emite un violín o una flauta, y miles de sutilezas del lenguaje, como los acentos, la entonación o los idiomas.
La evolución del cerebro, del sistema fonador y del sistema auditivo en nuestra especie ha sido el principal objetivo para tratar de explicar cómo nacieron las primeras palabras de un lenguaje tan complejo como el nuestro. Pero falta un factor clave en la comunicación a tener en cuenta: el canal, el medio por el que se propaga la llamada.
En el estudio de las vocalizaciones de los orangutanes, los expertos han puesto el acento en este tercer factor: el canal por el que se transmite el mensaje, y la conclusión es que juega un papel mucho más importante de lo que se había creído hasta ahora. Según sus conclusiones, para que el aullido del orangután llegue al otro lado de la jungla sin perder su significado, ha de ser un «aullido» de unas características especiales, aquel que no se verá afectado por la distancia que tiene que recorrer. Así, el medio jugará un papel fundamental para descartar los sonidos que no consiguen su objetivo, y, tras años de evolución, dar con el sonido perfecto. ¿Pudo nacer así la primera palabra?
Investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Warwick, en Inglaterra, han analizado los audios con las llamadas de los orangutanes, en las que se reconocen sonidos similares a consonantes y vocales, que no pierden su significado cuando recorren la jungla, y llegan intactos a las receptoras.
Los aullidos o bramidos de los orangutanes macho se volvieron a grabar a lo largo de la selva tropical a distancias establecidas de 25, 50, 75 y 100 metros. Finalmente se examinaron la calidad y el contenido de las señales recibidas.
Los científicos han comprobado que, aunque la calidad de la señal había disminuido, el contenido seguía intacto, incluso a larga distancia. De hecho, la información del mensaje permaneció íntegra hasta que llegó a ser inaudible.
El Dr. Adriano Lameira, director del estudio, lo explica así: «Sabemos que el sonido se degrada cuanto más lejos estás del receptor. Todos hemos experimentado este efecto al llamar a gritos a un familiar o a un amigo. No escuchan todas las palabras que dices, pero reconocen que estás hablando con ellos y que es tu voz. Mediante sonidos de comunicación de los grandes simios, que son los más cercanos a los utilizados por nuestros antepasados homínidos, hemos demostrado que, aunque el sonido se distorsiona, el contenido permanece inalterado. Es una llamada a la comunidad científica para empezar a pensar de nuevo en cómo evolucionó el lenguaje».
REFERENCIA
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