Una nueva colaboración entre investigadores holandeses explora los mecanismos neuronales del rubor en personas avergonzadas por cantar mal en un karaoke
La mayoría de nosotros sabemos lo que se siente al ruborizarse. La cara se calienta y enrojece, y experimentamos emociones cohibidas, como vergüenza, timidez, pudor y orgullo. No es de extrañar que Charles Darwin se refiriera a él como «la más peculiar y la más humana de todas las expresiones». Pero, ¿por qué nos sonrojamos y cuáles son sus mecanismos subyacentes?
Para responder a esta pregunta, Milica Nikolic y Disa Sauter, de la Universidad de Ámsterdam, colaboraron con Simone di Plinio, de la Universidad de Chieti, bajo la supervisión de Christian Keysers y Valeria Gazzola, del Instituto Holandés de Neurociencia.
«El rubor es un fenómeno realmente interesante porque aún no sabemos qué habilidades cognitivas son necesarias para que se produzca», explica el psicólogo del desarrollo Nikolic. «Hay una idea en psicología que se remonta a Darwin, quien dijo que el rubor se produce cuando pensamos en lo que los demás piensan de nosotros, lo que implica habilidades cognitivas relativamente complejas».
Los investigadores estudiaron el rubor observando las áreas cerebrales activadas en un escáner de resonancia magnética mientras medían la temperatura de las mejillas, un indicador del rubor. Las participantes eran adolescentes de sexo femenino, un grupo especialmente sensible a los juicios sociales. «Se sabe que el rubor aumenta durante esta etapa de la vida, ya que las adolescentes son muy sensibles a las opiniones ajenas y pueden tener miedo al rechazo o a dejar una impresión equivocada», explica Nikolic.
Para evocar la respuesta de rubor en un entorno experimental controlado, los participantes acudieron al laboratorio para dos sesiones distintas. En la primera, se les pedía que cantaran canciones de karaoke difíciles elegidas a propósito y, en la segunda, veían grabaciones de su propio canto mientras se medía su actividad cerebral y sus respuestas fisiológicas.
Para añadir sal a la herida, también se les dijo que un público vería su grabación con ellos. Por último, se les mostraron grabaciones de otro participante que había cantado a un nivel comparable y de un cantante profesional disfrazado de tercer participante.
Como era de esperar, los investigadores descubrieron que los participantes se sonrojaban más al ver sus propias grabaciones en comparación con las de otros participantes.
Las áreas cerebrales correlacionadas fueron algo sorprendentes. El rubor se asoció a una mayor actividad en el cerebelo, una zona muy conocida por su papel en el movimiento y la coordinación. «Últimamente se ha investigado mucho sobre su implicación en el procesamiento emocional», añade Nikolic. Los investigadores también detectaron un aumento de la activación en las primeras áreas visuales, lo que sugiere que los vídeos de cantos propios captaron más la atención de los participantes ruborizados.
Sorprendentemente, no hubo activación en áreas tradicionalmente conocidas por estar implicadas en el proceso de comprensión del estado mental propio o ajeno. «Basándonos en esto, llegamos a la conclusión de que pensar en los pensamientos de los demás puede no ser necesario para que se produzca el rubor», concluye Nikolic. «Sonrojarse puede formar parte de la excitación automática que se siente cuando uno se expone y hay algo que es relevante para uno mismo».
Según Nikolic, «El siguiente paso sería observar el rubor en condiciones diferentes, o quizás, incluso explorar el fenómeno en niños más pequeños, antes de que hayan desarrollado las habilidades cognitivas para pensar en los pensamientos de otras personas».
«El rubor en sí mismo es muy interesante porque es universal. Incluso hay personas que desarrollan una fobia a ruborizarse, por ejemplo, personas con un trastorno de ansiedad social. Cuando comprendemos los mecanismos del rubor, también podemos dirigirnos mejor al miedo a ruborizarse. Aparte de eso, también es interesante saber más sobre el rubor en sentido general, ya que ocurre muy a menudo y forma parte habitual de nuestra vida cotidiana».
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