Los osos polares no son animales trepadores, pero el hambre relega las costumbres a un segundo plano y el progresivo deshielo del Ártico está aguzando el ingenio de sus habitantes más grandes. Este ejemplar se encaramó a unos 100 metros de altura en un acantilado del archipiélago Novaya Zemlya (Rusia) con intención de echarle la zarpa a los araos de Brunnich que allí anidan. No sabemos si contaba con que estos pueden volar y que el menú se reduciría, como mucho, a sus huevos.
A medida que su hábitat natural se reduce, se ha detectado un aumento de ataques de osos polares a humanos, como el que provocó la muerte de un un joven turista inglés en el archipiélago Svalbard (Noruega) el pasado agosto. Además, estos animales emigran en busca de condiciones más favorables a otras zonas, en las que provocan un considerable desequilibrio en los ecosistemas. Cuando consiguen llegar a ellas, porque cada vez son más los que perecen ahogados en el mar, al tardar demasiado tiempo en encontrar un pedazo de hielo en el que refugiarse.
Pilar Gil Villar
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