No te olvidarías fácilmente de esta nerviosa zarigüeya si te alcanzara con su dentadura, compuesta de cinco decenas de afilados dientes. Sin embargo, es probable que si se siente amenazada por tu presencia, se limite a echarse en el suelo, abrir la boca y dejar su lengua colgando como si le hubieras dado un susto de muerte.
La estrategia de este ejemplar de zarigüeya de Virginia (Didelphis virginiana) parece funcionar muy bien, a vista de los resultados: son los únicos marsupiales que sobreviven en Norteamérica, curiosamente, sin apenas haber experimentado cambios evolutivos desde los tiempo prehistóricos.
La clave de su éxito está en que los depredadores de la zona no suelen comer carroña ni animales muertos, de manera que el riesgo de bajar la guardia resulta ser, paradójicamente, el menor que la criatura puede tomar.
No existe consenso científico respecto a si la respuesta es voluntaria o si se trata de un acto reflejo fuera del control de la pequeña zarigüeya, pero mediciones de la actividad cerebral durante el estado de fingimiento revelan que el mamífero permanece alerta frente a la amenaza que ha provocado su coma simulado.