¿Estamos dispuestos a sacrificar la calidad del agua en la tarea de reducir las emisiones de carbono? El planteamiento llega de la mano de Eva Sinha y Anna Michalak, del Instituto Carnegie, que han publicado un estudio sobre el impacto de las estrategias para limitar el cambio climático. Las autoras advierten del riesgo que deriva del arrastre de nutrientes procedentes de actividades humanas, como la agricultura, hacia el curso de los ríos a causa de las precipitaciones y otros fenómenos. La sobrecarga de residuos orgánicos puede dar lugar a un peligroso fenómeno llamado eutrofización, consistente en la proliferación de algas que producen toxinas o zonas hipoxia, es decir con bajo contenido de oxígeno.
Durante varios años, Sinha y Michalak han estudiado las deficiencias que estos fenómenos, causados por el cambio climático, podrían producir en el agua. En este último trabajo, analizan cómo una serie de decisiones sociales sobre el uso de la tierra, el desarrollo, la agricultura y la mitigación del clima podrían perjudicar aún más la ya compleja proyección de estas tareas sobre el agua en todo el continente de Estados Unidos. Descubrieron que los esfuerzos de lucha contra el cambio climático, que dependen en gran medida de los biocombustibles, podrían tener la consecuencia involuntaria de aumentar la cantidad de nitrógeno que llega a las vías fluviales. Cualquier escenario que requiera una gran expansión de la producción doméstica de alimentos se adivina, en este sentido, nocivo, puesto que aumentaría tanto las emisiones de combustibles fósiles como los problemas de calidad del agua.
Aún se puede revertir
A nivel mundial, Asia estaría en riesgo aún mayor de eutrofización debido al aumento en el uso de fertilizantes y de precipitación. «Pero es completamente posible combatir el cambio climático de manera que no tengan consecuencias no deseadas para la calidad del agua», subraya Michalak. Exige una buena planificación. «Nuestros hallazgos muestran que es crucial considerar el potencial de deterioro de la calidad del agua cuando se toman decisiones sociales sobre cómo se usa y se desarrolla la tierra, así como sobre cómo trabajamos para combatir el cambio climático». Las autoras insisten en que el acceso al agua potable es esencial para la supervivencia humana, la producción de alimentos y energía y un ecosistema saludable. «Su preservación debe ser una prioridad».