Este pájaro apisonado y deteriorado por el paso del tiempo contiene el primer huevo de ave sin engendrar que se conserva en un fósil. La madre, un animal del tamaño de un gorrión, debió de vivir hace unos 110 millones de años y murió cuando el huevo aún estaba dentro, según un estudio publicado en Nature Communications.
El fósil fue desenterrado hace 11 años en el noroeste de China. En 2018, un grupo de paleontólogos, dirigidos por Alida Bailleul, del Key Laboratory of Vertebrate Evolution and Human Origins, en Beijing, se acercaron y advirtieron algo raro. El ave tenía una hoja de tejido extraño entre los huesos de su pubis. Al examinar una muestra bajo el microscopio, Bailleul descubrió que correspondía a un huevo.
La especie fue nombrada Avimaia schweitzerae en honor al trabajo de la paleontóloga Mary Schweitzer sobre tejidos blandos. Pertenece a un grupo llamado Enantiornithes (aves opuestas), que abundaron en todo el mundo durante el Cretácico y coexistieron con los dinosaurios. La presencia del huevo no fue la única sorpresa. El esqueleto de la madre contenía trazas de hueso medular, un tejido que contiene calcio, imprescindible en la formación de la cáscara del huevo. Era la evidencia más consistente de que las aves antiguas produjeron este tipo de tejido durante la reproducción.
Síntomas de estrés agudo
También la cutícula del huevo, la capa más externa de la cáscara, presentaba diminutas esferas minerales similares a las de los huevos de algunas aves modernas, como las codornices y los patos. Estas esferas, que protegen a los embriones de las infecciones microbianas, nunca se habían visto en ningún huevo fosilizado.
Otra peculiaridad del huevo es la doble capa de la cáscara, algo inusual que indica que el huevo pudo haber permanecido demasiado tiempo en el abdomen. Son capas extremadamente delgadas, síntoma, al menos en las aves actuales, de un estrés excesivo que impide poner el huevo. De hecho, los investigadores valoran la posibilidad de que este óvulo atrapado fuese la causa de muerte de la madre.