La tercera parte de los alimentos producidos en el mundo no llegan a comerse. La mayoría terminan en la basura, desperdiciados por comerciantes en busca del look perfecto o por consumidores a los que se les llenó el ojo antes que el estómago al hacer la compra. Con las 300 toneladas descartadas al año podría alimentarse a los 900 millones de personas que pasan hambre en el mundo.
Aparte del gasto inútil de recursos y dinero que esto supone, las emisiones de los procesos de producción, procesamiento y transporte inciden de manera importante en el cambio climático. Según la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU, los restos de comida son el principal ingrediente de los basureros del país, que originan el 34% de las emisiones de metano, un gas con cuyo efecto invernadero es más potente que el del CO2.
Por todas estas razones, cada vez son más las iniciativas dirigidas a despertar nuestra conciencia del problema y ofrecer soluciones, tanto a gran escala, como en forma de pequeños cambios de hábitos, eficientes y fáciles de asumir por el ciudadano de a pie. Entre los más sencillos, se cuentan:
Esta última medida ha centrado la atención del programa para la protección del medio ambiente de Naciones Unidas (UNEP), que ha convocado un concurso de recetas en todo el mundo. Si tienes un plato ahorrador e irresistible en tu repertorio, envía la tuya a su página de Facebookdesde mañana, 3 de abril, hasta el 26 de mayo. Y, si no, siempre puedes leer las contribuciones de otros y dejarte inspirar para tu próximo menú, ya que las mejores propuestas se publicarán tanto en la web de la campañacomo en un libro. Te saldrá barato.
Por su parte, un equipo del Centro de Investigación Internacional sobre el Clima y el Medio Ambiente, en Oslo (Noruega) ha estudiado las posibilidades de intervención en otros de los grandes responsables del derroche alimentario: hoteles y restaurantes. Durante seis semanas establecieron dos estrategias distintas: en siete hoteles colocaron carteles junto al buffet en los que se animaba a los comensales a servirse porciones más pequeñas y llenar sus platos más veces. En otros siete se redujo el tamaño de los platos. En el primer caso, la comida desperdiciada se redujo un 20,5% y en el segundo, un 19,5%, mientras los clientes manifestaban el mismo nivel de satisfacción con el servicio.
Como ejemplo de que se puede luchar contra el problema, la Unión Europea está recopilando diversos proyectos de entidades y empresas que ya han empezado a dar resultados: desde la incorporación de un menú a la carta en un hospital de Dinamarca al aprovechamiento de residuos orgánicos para la generación de energía en supermercados Carrefour de nuestro país.
Pilar Gil Villar
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