El tamaño del corazón es un asunto delicado. Demasiado pequeño y puede que no sirva, demasiado grande y corre el riesgo de cansarse demasiado pronto, al estar sometido a demasiado esfuerzo. Por eso los investigadores estudian con ahínco los genes que regulan el crecimiento del órgano, una tarea en la que la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) es la mayor perjudicada. Como, desde el punto de vista genético, el pobre insecto se parece mucho a nosotros, ses la cobaya perfecta para conocer los mecanismos que llevan a que las personas desarrollen una delicada hipertrofia cardiaca que provoca hipertensión y otras complicaciones. A la mosca del vídeo le han manipulado el gen Raf, que actúa como interruptor de otro gen, llamado Yorkie, que hace que el corazón crezca más grande. La mosca vivirá menos en el laboratorio que en libertad, pero gracias a ella algunas personas vivirán mejor. Y no hay manera de agradecérselo.
Crédito: Matthew J. Wolf, Duke University
Redacción QUO
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