Nada dura para siempre, pero parece que el sexo conservado en ámbar se le acerca mucho. Unos 99 millones de años atrás, en plena explosión demográfica del Cretácico, dos opiliones (arácnidos conocidos popularmente como murgaños o segadores) decidieron contribuir a la diversidad biológica con un encuentro íntimo. Desafortunadamente para ambos, el encuentro tuvo más de interruptus que de coitus porque una gota de ámbar congeló a la feliz parejita un instante antes del lanzamiento. Pero el infortunio de algunos, es la suerte de otros, en estos caso de los estudiosos de las arañas que pudieron observar en todo detalle la hombría de este murgaño.
En general, el pene de los arácnidos pasa la mayor parte del tiempo retraído en su cuerpo, un importante obstáculo para los expertos, ya que la forma del órgano genital es lo que permite diferenciar diferentes especies. Por eso el hallazgo, publicado en la revista Naturwissenschaften constituye una buena noticia, ya que, debido a la forma de espátula del falo, pudieron identificar a un nuevo miembro de la familia arácnida.
Juan Scaliter
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