El cambio de color de estos cefalópodos es posible gracias a una densa red de células especializadas que abarca todo su cuerpo. Cada centímetro cuadrado de su piel tiene hasta 16.000 células de este tipo, conocidas como cromatóforos. Su secreto es un depósito de pigmentos que se usan para colorear al pulpo cuando contrae sus músculos: así los empuja hacia la superficie cutánea. Pero cambiar de color no es el único truco que convierte al pulpo en el rey del camuflaje.
Estos animales son capaces de imitar la forma y de dar a su piel la textura de los objetos que conoce; pueden disfrazarse de roca o de caracola en lo que una persona tarda en parpadear. Pero cómo consiguen recabar suficiente información para imitar su entorno con tanta exactitud sigue siendo una maravillosa incógnita submarina.
Los pulpos necesitan ver un patrón de color y textura antes de transformarse, pero los científicos coinciden en que su sistema de visión no les permite ver los colores. La respuesta al misterio parece estar en las opsinas, las proteínas de la retina que convierten la luz que entra por los ojos en el impulso eléctrico que llega al cerebro. Resulta que toda su piel está recubierta de ellas… ¡como si toda ella fuera un gran ojo!
Y, ¿sabéis cómo logran no enredarse con sus tentáculos?
Todos los biólogos marinos saben que el cefalópodo no tiene un control totalmente consciente de sus ocho tentáculos, como nos pasa a los humanos y a muchos otros animales. Por ello, los investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalem no se explicaban cómo nadie antes se había dado cuenta de lo realmente raro que resultaba que los pulpos no acabasen hechos un nudo.
El investigador principal del Octopus Research Group, Binyamin Hochner, quiso estudiarlo y llegó a la conclusión de que su piel segrega una sustancia química que avisa a las ventosas de que no deben adherirse a ese tejido, que es el suyo propio. En el caso de los humanos «nuestro sistema motor está basado en una especie de mapa rígido de puntos motores y sensoriales que mantiene las partes del cuerpo coordinado. A los humanos y a muchas otras especies con relativa poca movilidad, con eso nos basta; pero los cefalópodos han tenido que desarrollar esta otra técnica».
Y ésa es también la razón por la que los tentáculos amputados siguen moviéndose hasta una hora después de separarse del cuerpo: porque este no recibe la «noticia»; y de hecho ese miembro separado sigue evitando engancharse al resto de los tentáculos.