El cambio de color de estos cefalópodos es posible gracias a una densa red de células especializadas que abarca todo su cuerpo. Cada centímetro cuadrado de su piel tiene hasta 16.000 células de este tipo, conocidas como cromatóforos. Su secreto es un depósito de pigmentos que se usan para colorear al pulpo cuando contrae sus músculos: así los empuja hacia la superficie cutánea. Pero cambiar de color no es el único truco que convierte al pulpo en el rey del camuflaje. Estos animales son capaces de imitar la forma y de dar a su piel la textura de los objetos que conoce; pueden disfrazarse de roca o de caracola en lo que una persona tarda en parpadear. Pero cómo consiguen recabar suficiente información para imitar su entorno con tanta exactitud sigue siendo una maravillosa incógnita submarina. Los pulpos necesitan ver un patrón de color y textura antes de transformarse, pero los científicos coinciden en que su sistema de visión no les permite ver los colores. La respuesta al misterio parece estar en las opsinas, las proteínas de la retina que convierten la luz que entra por los ojos en el impulso eléctrico que llega al cerebro. Resulta que toda su piel está recubierta de opsinas… ¡como si toda ella fuera un gran ojo!
Redacción QUO
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