Un estudio sugiere que para finales del siglo XXI los veranos durarán seis meses como consecuencia del calentamiento global
El cambio climático ya está aquí. El aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha provocado que la temperatura media global de la superficie terrestre esté un grado por encima de la media del periodo preindustrial. A medida que la temperatura del planeta aumenta, los impactos y riesgos relacionados con el clima se repiten con más frecuencia: sequías, tormentas, inundaciones e incendios, entre otros.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Lanzhou, en China, ha verificado que entre 1952 y 2011 las estaciones han cambiado de forma mensurable. Su estudio, publicado en la revista Geophysical Research Letters, también contiene una aterradora previsión: en 2100 el verano durará seis meses y será aún más caluroso que los veranos actuales.
Pero ¿cómo saber si el cambio climático está detrás de una tormenta, o una sequía concreta? Para los científicos ha sido complicado vincular eventos climáticos individuales con el cambio climático, debido a la dificultad de separar las posibles causas: la variabilidad natural del clima y la influencia humana.
El calentamiento global es el culpable de un 80% de los acontecimientos climáticos observados en California
Para determinar los efectos del calentamiento global en eventos específicos, en 2017 la Universidad de Stanford llevó a cabo un estudio en el que mostró que el calentamiento global es culpable de un 80% de los acontecimientos climáticos observados en un área concreta, en este caso California.
Los periodos más calurosos y la mayor probabilidad de sequías o humedad, influyen por ejemplo en el adelanto de la floración de las plantas o la precocidad de las aves migratorias. Estos indicios sugieren que el ritmo tradicional de las estaciones puede haber cambiado.
Los investigadores de Lanzhou han analizado los datos históricos de las temperaturas diarias desde 1952 hasta el año 2011 en el hemisferio norte. Su intención ha sido buscar cambios de un año para otro en el inicio de las estaciones para saber cómo cambiarán a finales de este siglo.
El inicio de las estaciones entre años se ha definido estableciendo medias de las temperaturas. Para el estudio, el verano de cada año empezaba cuando las temperaturas eran un 75% más calurosas que la media y terminaba cuando dejaban de serlo.
El inicio de invierno se estableció como el momento en el que las temperaturas eran un 25% más frías. Por otro lado, la primavera se consideró como la transición del invierno al verano con una temperatura creciente y el otoño se definió como la transición del verano al invierno con una temperatura decreciente.
Mediante estas observaciones, se ha comprobado que, de media, el verano se ha alargado entre 78 y 95 días en los últimos sesenta años. En comparación, el invierno se ha reducido de 76 a 73 días, lo que equivale a más de dos meses.
El verano se ha alargado entre 78 y 95 días en los últimos sesenta años, y la primavera se ha acortado
Las estaciones en transición también duran menos. La primavera se ha acortado de 124 a 115 días, más de tres meses, y el otoño de 87 a 82 días. En estos periodos, tanto el verano como el invierno se han vuelto más cálidos.
Los investigadores también han utilizado modelos climáticos para predecir el cambio que pueden sufrir las estaciones de aquí a finales de siglo. Según sus cálculos, si no se hacen esfuerzos para mitigar el cambio climático, tanto la primavera como el verano empezarán un mes antes en 2100, y el otoño e invierno medio mes más tarde.
Esto significa que el hemisferio norte pasará más de la mitad del año en verano. Este cambio estacional afectaría desde la migración de las aves hasta el momento en el que los cultivos crecen. Las olas de calor también aumentarían, junto con las tormentas y los incendios forestales, según apuntan en el estudio.
Estos hechos también plantearían un riesgo para la humanidad ya que, por ejemplo, los mosquitos tropicales portadores de virus se expandirían hacia el norte, provocando brotes a su paso. Ahora mismo, los alérgicos ya están expuestos a una mayor cantidad de polen y a períodos de alergia más largos debido a la ampliación de la temporada de floración, según un estudio de la Agencia Ambiental de Estados Unidos.
Ante la inminencia de estos cambios, los investigadores sugieren que es importante atender a aquello que está en nuestras manos: reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
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