Ziko es una rata amaestrada. Se pirra por los plátanos, le encanta que le rasquen el lomo y salir a pasear. Parece una cariñosa y vulgar mascota. Pero no lo es. Realiza una labor muy peligrosa: recorre hectáreas de terreno en busca de minas antipersona abandonadas tras la guerra. Es una “rata héroe”.
En el mundo hay millones de minas enterradas en los suelos de países que han estado en guerra. Resisten medio siglo sin deteriorarse, y están diseñadas para herir y no matar. Según la Organización de las Naciones Unidas, 2.000 personas al mes mueren o sufren una mutilación tras haber pisado una mina. Hasta la llegada de ratas como Ziko, la única forma de limpiar un terreno de minas era a mano, con un detector de metales o con un perro entrenado, y arriesgando la vida.
Hay más ratas como Ziko. Viven en las instalaciones de la organización belga APOPO. En total, la asociación entrena y mantiene a un escuadrón de más de 300 ejemplares. Son ratas gigantes de Gambia, o Cricetomys gambianus. Sin duda alguna, hacen honor a su nombre: tienen el tamaño de un gato pequeño. Exactamente, miden 80 centímetros, incluida la cola. En cuanto al peso, no superan el kilo y medio, perfecto para su labor. Si alcanzaran los cinco kilos de peso y pisaran una mina, esta podría explotar y morirían hechas añicos.
El ingeniero industrial y fundador de la asociación, Bart Weetjens, pensó en ellas durante una visita al Continente Negro para profundizar en el problema de las minas abandonadas. Encontró que ese enorme roedor que deambulaba por todos los pueblos sin despertar más que indiferencia podría ser un método eficaz para detectarlas. Weetjens, quien desde niño sentía pasión por los roedores, vio en estas ratas un dechado de virtudes: son endémicas del África subsahariana; por lo tanto, están perfectamente adaptadas al ambiente, son fáciles de transportar, les gusta hacer labores repetitivas, aprenden deprisa y tienen un excelente olfato con el que detectan cantidades ínfimas de TNT, el componente principal de las minas antipersona. Una vez en el campo minado, cada ejemplar peina una superficie de un campo de tenis en media hora.
Cuando detectan la mina, se detienen y comienzan a escarbar la superficie. Entonces, los expertos señalan la zona y, tomadas las medidas de seguridad necesarias, detonan el explosivo, lo que destruye la mina. En lo que va de año han limpiado 429.927 m2 de tierra, han detectado 596 minas y 308 piezas de artillería en Mozambique, uno de los países que la ONU planea dejar libre de minas para 2014.
El centro de cría y adiestramiento de las ratas está ubicado en la Universidad Sokoine de Agricultura en Morogoro (Tanzania). Las ratas aprenden a asociar el sonido de un clic con la búsqueda de TNT. Si encuentran una mina, rascan su superficie con las uñas para avisar y reclaman su recompensa: un sabroso plátano. Desde el inicio, entre cada rata héroe y su entrenador se establece un vínculo especial. Al fin y al cabo, ellos las han educado y durante las largas jornadas de entrenamiento ellas han dejado florecer su propia “personalidad”. Cada roedor tiene sus propios gestos y movimientos, que el entrenador entiende y explica a los demás miembros del equipo para que la puedan manejar con soltura.
Una vez entrenadas, las llevan a Mozambique, donde comienzan el trabajo en campos plagados de explosivos de verdad. En ese país, las ratas han pasado de ser un animal ignorado a ser un “bicho” muy querido. Su éxito ha hecho que once países africanos hayan solicitado animales para limpiar sus territorios, así como Colombia y Tailandia. Aunque ahora están centradas en limpiar Mozambique. Algún día, Ziko se jubilará (las ratas héroe viven una media de siete años), pero muchas le seguirán: para empezar, sus hijos. Ziko, por ejemplo, es padre de tres ratas héroe que ya están ayudando en las labores de detección.
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