Seguramente fue una yegua joven. Destacaba entre los demás miembros de la manada porque era un poco torpe. Un hombre prehistórico llevaba unos días fijándose en ella. Admiraba la capacidad de estos animales de correr como el viento, y vio en ese caballo al ejemplar perfecto para hacerlo suyo. Lo sorprendería, le agarraría de las crines, lo montaría y viajaría sobre su espalda. Así pudo nacer el primer jinete hace miles de años. “Todo lo que podemos hacer, por el momento, es imaginar”, asegura a Quo Sandra Olsen, conservadora del área de Antropología del Museo Carnegie de Historia Natural, en EEUU.
Un animal superproductivo
La investigadora lleva casi 20 años estudiando la domesticación de los caballos. Cree que la doma sucedió hace 6.000 años. “Los caballos en aquel entonces debieron ser mucho más difíciles de domesticar que los que viven hoy en día”, asegura. Porque los caballos salvajes actuales son en realidad ejemplares domésticos que han vuelto a la naturaleza. Los equinos salvajes de entonces probablemente tenían un aspecto similar al actual caballo de Przewalski. Hoy viven muy pocos ejemplares, unos 50, en Mongolia.
Estos animales son fósiles vivientes. Aparecieron en el Pleistoceno. Son bajitos: miden 1,40 metros a la cruz. Son fuertes y robustos, con las patas cortas y la cabeza grande. El pelo es castaño amarillento; las crines están siempre de punta, como una cresta, y una línea negra recorre la columna vertebral hasta la cola.
“La domesticación de los caballos ha tenido un impacto en la expansión de la cultura mucho mayor que la de cualquier otro animal”, explica Olsen. Coincide con ella Jaime Lira, paleontólogo especializado en el estudio de caballos: “De los seis animales principales que ha domesticado el hombre: perro, cabra, oveja, vaca, cerdo y caballo, este ha sido el que más ha influido en el desarrollo de las sociedades humanas”.
Al principio se usaban como animales de carga y alimento, hasta el momento en que aprendieron a montarlos. Entonces, el hombre comenzó a recorrer sus territorios más deprisa de lo que jamás pudo imaginar. Gracias a eso, el contacto con los otros grupos se agilizó, y así se inició la expansión de la tecnología, los idiomas y el comercio. También desempeñaron un papel clave en la guerra.
Los expertos creen que la doma de los caballos debió surgir en varios puntos de Eurasia a la vez. La Península Ibérica fue uno de esos lugares. Pero las evidencias fósiles más antiguas de su domesticación datan de unos quince siglos antes: son del año 3500 a. C., y se han localizado en territorios de la actual Kazajistán.
Anteriormente a esa época, los habitantes de estas frías tierras eran cazadores, y el caballo no era otra cosa que una presa más, un animal que proporcionaba carne, piel, pelo y huesos. Estos nómadas acampaban y hacían rudimentarias construcciones para pasar unas semanas. Con la domesticación de esta especie todo cambió: comenzaron a establecerse durante largo tiempo en un mismo lugar.
Así nació la cultura botai: desarrollaron su economía basándose en el caballo. Esos animales estaban muy bien adaptados al frío, habían sobrevivido a la Edad de Hielo, podían soportar tormentas heladas y no necesitaban resguardarse en un sitio cubierto, ni una alimentación especial en invierno. En los campamentos botai se han desenterrado esqueletos completos de algunos ejemplares. Según los razonamientos de Olsen, esto solo es posible si el animal era doméstico; de no ser así –es decir, si los restos pertenecieran a uno que fue cazado–, no se encontrarían todos los huesos. Los caballos son muy pesados, y cuando los cazaban, cortaban los trozos útiles y abandonaban el resto del cadáver.
Los botai tenían postes de madera clavados cerca de las chozas. A su alrededor, los niveles de nitrógeno, fósforo y potasio son 10 veces más altos que en el interior. Estos elementos químicos son muy abundantes en el estiércol; por eso, los científicos creen que los botai amarraban en ellos a sus monturas.
Una fecha controvertida
Los robustos caballos prehistóricos, además de con su carne, nutrieron a los botai con su leche. El año pasado, científicos británicos descubrieron en el mismo yacimiento donde excava Sandra Olsen restos de grasa de leche de yegua en vasijas de hace 5.000 años.
Es complicado determinar la fecha exacta en que los hombres comenzaron a montar caballos. Hay una marca en los huesos que es definitiva para concluir que un caballo ha sido cabalgado: es la que dejan las bridas de metal en los dientes del animal. Pero hay un problema: los humanos empezaron a usar el metal mucho después de la domesticación de esta especie.
“Yo creo que los botai montaban con bridas de cuero”, comenta Olsen. Ella ha analizado los dientes de caballos de aquella época y ha detectado daños en el esmalte de los segundos premolares, las piezas que muerden las bridas. Y también hay un depósito óseo que aparece cuando la carne que rodea el hueso está irritada. Sin embargo, no todos los expertos están de acuerdo, y creen que esas bridas podrían haber servido para tirar del animal, y no para montarlo. El misterio sigue abierto.
La clave está en cuánto somos capaces de predecir de la pieza, y hasta qué…
Un nuevo estudio prevé un fuerte aumento de la mortalidad relacionada con la temperatura y…
Los investigadores ha descubierto un compuesto llamado BHB-Phe, producido por el organismo, que regula el…
Un nuevo estudio sobre la gran mancha de basura del Pacífico Norte indica un rápido…
Una nueva teoría que explica cómo interactúan la luz y la materia a nivel cuántico…
Pasar dos horas semanales en un entorno natural puede reducir el malestar emocional en niños…