NATURALEZA

Nada con la fauna submarina

Tras recorrer las planicies y las selvas de África, y las estepas de Siberia, a Steve Bloom solo le faltaba ponerse la botella de aire comprimido y sumergirse en las profundidades de los océanos para captar a sus más extravagantes moradores. El prestigioso fotógrafo de la naturaleza inició así una travesía cuyo punto de partida fue la costa de Cornualles. Allí tropezó con un tiburón peregrino, el segundo pez más grande del mundo. Y cerrando el círculo, el artista finalizó su aventura cerca de Nueva Zelanda, retratando Hippocampus denise, una de las criaturas marinas más pequeñas que existen.

En medio, Steve y su colaboradora y esposa Kathy vivieron mil aventuras. Fueron atacados por una enorme morena, que casi le arranca a ella la mano de un mordisco, y acosados por piratas cuando buceaban en el Índico.

La aventura duró un año. El trabajo de Steve se expone ahora en Edimburgo, con motivo de la celebración de la Semana Internacional de la Ciencia. El artista está orgulloso de su obra, pero no descarta embarcarse en una nueva peripecia subacuática. “El fondo del mar es un universo en sí mismo”, afirma. “Creo que el tema no se agotaría ni aunque le dedicara diez años de trabajo”.

Steve volverá, por tanto, muy pronto, a bucear entre los arrecifes australianos y a encontrarse con falsos peces payaso que no le cuentan chistes, y a intentar sacarle su mejor sonrisa al pez murciélago antes de que se le corra el lápiz de labios. ¿Su próximo objetivo? “He pasado años fotografiando elefantes, primates”, cuenta, “y ahora quiero retratar a una sirena. Porque bajo el mar he descubierto que existen”. Y eso lo dice mirando a su esposa.

Son los legionarios del mar. Cuando estos peces gato nos detectaron en las aguas de Indonesia, se agruparon formando una bola o esfera defensiva, como los soldados romanos.

Esto si que es compartir las tareas domésticas. Entre los dragones marinos (Phyllopteryx taeniolatus), como el de la izquierda, es el macho quien incuba los huevos en su cola.

El Hippocampus denise es el caballito de mar más pequeño que existe. Mide entre 13 y 16 mm, pero mora en profundidades de hasta 90 m en las aguas del Pacífico.

Si fuera un coche, el tiburón de arrecife del Caribe (Carcharhinus perezi) se parecería al Jaguar, por su diseño aerodinámico que lo convierte en un depredador rápido y ágil.

En el arrecife de coral australiano vimos a unos extras de la película Buscando a Nemo. Son falsos peces payaso (Anphiprion ocellaris) descansando sobre una anémona.

El pez rana aterra por su aspecto. Pero los pescadores indonesios saben jugar con él. De hecho, lo llaman “pez zanahoria”, por la hortaliza que colocan de cebo en un palo para atraerlo a sus redes.

Cornualles, en Inglaterra, es el inicio de este viaje subacuático que arranca con un tiburón peregrino (Cetorhinus maximus), avistado frente al Mount St. Michael.

Al salivón amarillo (Parapriacanthus ransonneti) no le gusta la soledad; por eso se mueve en cardúmenes como este, captado en la costa de Shagra, Egipto.

Qué emoción  ver al “último mohicano” marino. El dugongo (Dugong dugon)  es un mamífero que habita en el Índico y el Pacífico, único superviviente de la familia Dugongidae.

Helena… evocador nombre para una depredadora feroz: la morena (Muraena helena), a la que el equipo sorprendió con un camarón que le sirve como cepillo de dientes.

¿Sueñan los peces con cuentos de hadas? De ser así, este dragón marino ha encontrado el escenario perfecto para vivir uno en este bosque submarino de Tasmania.

◀  Vamos a contaros un secreto: el pez sapo peludo (Halobatrachus  didactylus) usa extensiones. Porque los pelos que lo cubren son en realidad algas que le sirven para camuflarse.

¿Coquetería en el fondo del mar? Da la impresión de que el pez murciélago (Myliobatis californicus), que vive en las aguas de Costa Rica, se pinta los labios.

Este león marino australiano (Neophoca cinerea) lo encontraron a 37 m de profundidad, dándose un festín. Este mamífero se alimenta de la vegetación del fondo marino, aliñada con agua y sal.

Una casa  sumergida. La anémona Heteractis magnífica, que alcanza un metro de diámetro, es carnívora. Pese a ello, admite como huéspedes a los peces payaso.

Redacción QUO

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